Tramo Señalizado. Entrevista a Yolanda Izard: El continuo disfrute de ser escritora
YOLANDA IZARD:
"La literatura es mi vida. No podría vivir sin ella: sin la deliciosa soledad que exige, sin el placer que enciende la creatividad, sin su fuego, que aviva el alma"
PREGUNTA. Yolanda Izard, nueva Mención de Honor "Rosa Chacel" para narradores vallisoletanos o vinculados con la ciudad, que otorga la Asociación Cultural Eclipse. Naciste en Béjar, Salamanca, pero tu relación con Valladolid viene de lejos. ¿Qué te hizo afincarte en esta ciudad?
RESPUESTA. Nací en Béjar, en efecto, pero he vivido en distintas ciudades (Salamanca, Ibiza, Madrid, Cáceres, Badajoz) hasta arribar hace veinte años a Valladolid, donde me he asentado definitivamente; y la causa fue el desplazamiento profesional de mi marido a esta ciudad. Mis tres hijos eran entonces pequeños y puedes imaginar qué rápidamente se sintieron vallisoletanos; a mí me costó un poco más, pero puedo afirmar sin titubeos que esta es ahora mi ciudad, la ciudad de mis amigos, de mi profesión, de mis afectos. La ciudad de mis paseos por sus entornos urbanos y naturales, de mis actividades culturales, de esos arraigos sentimentales duraderos; pero también de mis paisajes interiores que se suman a los otros que adquirí en ciudades a las que también amé y que han enriquecido con su diversidad mis ideaciones y mi mundo y conformado una especie de carácter múltiple, abierto.
PREGUNTA. ¿Qué se siente al saberte querida y reconocida en el terreno narrativo por tu ciudad de adopción?
RESPUESTA. Me siento profundamente honrada. Aquí, en Valladolid, he desarrollado quizá lo mejor y más maduro de mi producción literaria, y es un verdadero honor y una gran alegría que todo ese esfuerzo que hay detrás, continuo, perseverante, en busca de la expresión de eso que sea ser humano, sea reconocido. Me hace sentir que este trayecto hacia lo hondo no ha sido en vano, que siempre hay personas generosas que miran dentro de tu obra y descubren que hay algo valioso, aunque sea mínimamente. Este sentimiento de gratitud invita a seguir en el camino de la escritura, porque en algún momento todo lo que se me da habré de devolverlo multiplicado. Solo así, pienso, tiene sentido tu paso por esta tierra en esta corta vida que se nos ha regalado.
PREGUNTA. Por otro lado, has conseguido otros premios importantes en narrativa como el XXVIII Premio Cáceres de Novela Corta en 2003 por Paisajes para evitar la noche, el VII Premio de Novela Carolina Coronado en 2003 por La Mirada atenta, o la preselección en 2014 en el prestigioso Premio Herralde de Novela. Hay escritores a los que no les agrada presentarse a los premios literarios por distintas razones, pero parece que a ti sí. ¿Por qué los consideras importantes?
RESPUESTA. Pues para serte sincera, me presento a los premios que considero que son limpios y cuyo jurado o cuya trayectoria me parecen de todo punto tan honrados como prestigiosos (o al menos así lo han sido los que yo he ganado: limpios, honrados, prestigiosos), de modo que no solo me posibilitan un acceso rápido a una editorial de calidad, que mime y valore tu obra, sino a un sistema de distribución que funcione bien y que permita que llegue a todos los puntos de la geografía española o incluso del mundo hispano. No se me ocurre ninguna manera mejor de sacar un libro de tu cajón para darlo a los lectores. Y además, los premios conllevan una recompensa monetaria; y no es algo baladí, si tenemos en cuenta que casi es imposible que cualquier editorial, que publique directamente tu obra sin pasar por un premio, llegue a abonarte un solo euro por el sistema actual de porcentajes y beneficios (de un ocho a un diez por ciento, y solo si se han vendido previamente una cantidad estimable de ejemplares); yo, al menos, no he recibido nunca nada, por ahora. En fin, que creo que tal y como están las cosas es una buena alternativa, a pesar de que cada vez se presentan más obras a estos premios y que por tanto la tuya tiene que competir con otras de altísima calidad, o incluso te arriesgas a que por este mismo hecho pase desapercibida. También perder es una cura de humildad, por cierto. Y un tercer elemento no menos importante, bueno, quizá el más importante, es que presentarte a un premio de cierta altura te obliga a trabajar arduamente tu obra, a pulirla, a extraer lo mejor de tus capacidades, a hacerla más digna, rica y personal: es una motivación extraordinaria, tanto que a veces lo de menos es que consigas el galardón: el premio está en la satisfacción de una obra bien hecha.
Yolanda Izard con el presidente de la Asociación Eclipse Miguel Asensio y la secretaria Charo González |
PREGUNTA. No solo eres una estupenda narradora, sino que eres una escritora versátil y has escrito con mucho éxito en otros géneros como en poesía (Premio Miguel Hernández 2019 por Lumbre y Ceniza, entre otros), ensayo o en crítica literaria (en el suplemento La Sombra del Ciprés, de El Norte de Castilla). ¿Qué te aporta cada género? ¿Cuál es tu preferido?
RESPUESTA. Es verdad que me gusta tocar todos estos géneros porque cada uno me lleva a un mundo distinto dentro de ese complejo universo que somos los seres humanos, pero quizá haya un mismo motor que los mueve a todos, un motor que tiene mucho que ver con las múltiples variantes de la creatividad. Cuando se trabaja desde siempre la creatividad, esta crece y se multiplica en variadas direcciones. En mi caso, la poesía, que fue el género con el que comencé a escribir, se expandió hacia la prosa poética, luego hacia la ficción y hacia la pintura y el dibujo; después, tras mi paso por la Universidad de Salamanca donde me licencié en Filología Hispánica, y debido a una verdadera pasión por la disección analítica derivada de mi entusiasmo por la lectura, arribé a la crítica literaria; por último, el cultivo del microrrelato procede de una mis grandes aficiones generadas desde que creé un taller de escritura creativa hace ya casi diez años, el Taller de Escritura Club del Jengibre, y que ha culminado con la publicación en la prestigiosa editorial Renacimiento de mi libro de microrrelatos Zambullidas, aparte de los libros colectivos que publicamos en el taller.
En todos estos géneros estoy yo, están partes de mí que componen mis intereses literarios “corporeizados”: la poesía se genera desde el corazón y el estómago y tiene que ver, en cierta forma como el microrrelato, con las hondas pulsiones del ser, con el afán de descubrir los entresijos de nuestra identidad, con las emociones atávicas y con el misterio. Te permite fijar la vista en lo inasible y reconocer que también eso eres tú. La ficción, es decir, las novelas y los relatos, giran en la órbita del enigmático cerebro y de la identidad múltiple, te hablan de esos otros que eres, de cómo puedes multiplicarte, de cuántas lecturas hay de la realidad; te cuentan quién eres, qué podrías ser, qué no serás nunca, a través de los personajes y de la visión fractal del mundo. La crítica literaria la ejerzo como una forma de agradecer y responder a todo lo que me han ofrecido los libros que he leído y que me han gustado, una forma de pagar ese goce intenso que me han proporcionado en su lectura, y todo lo que con ellos he aprendido de la vida, del mundo, de mí misma. Con esto quiero decir que todos estos géneros son mis preferidos; si tuviera que prescindir de alguno, me quedaría incompleta.
PREGUNTA. Tengo mucha curiosidad, Yolanda, por tus inicios como lectora y como escritora. ¿De qué manera descubriste la lectura y te convertiste en una lectora empedernida, marcada ya para siempre?
RESPUESTA. Tengo el recuerdo lejanísimo, quizá a medias imaginado, de haber amado las historias y de haberlas inventado antes de saber leer y escribir. Lo que sí recuerdo es haber convocado a mis hermanos pequeños (somos seis, y yo la segunda, y nacimos todos en el breve espacio de siete años) en un dormitorio a oscuras para contarles cuentos que yo misma inventaba, tan tristes que a veces salíamos todos desconsolados. Después llegarían, como una consecuencia lógica de mi profunda necesidad de explorar el mundo de la imaginación y de las emociones, lecturas sin fin y escritura sin fin, casi todo ello a la vez y desde muy niña.
PREGUNTA. Pero háblanos un poco más de lo que te hizo decidir que la creación literaria era tu camino y que debías seguirlo con decisión y sin dudas. ¿Qué es la literatura para ti, Yolanda?
RESPUESTA. No tuve que tomar ninguna decisión; creo que estaba claro que ese era mi camino desde siempre: me ahorré por tanto la disyuntiva de decidir y el riesgo de errar cuando decidí matricularme en Filología Hispánica y después iniciando mi tesis doctoral sobre poesía contemporánea, y algunos años después en Bellas Artes, una carrera que no llegué a terminar pero que también decidió mi labor artística. De este modo se selló mi destino. Porque la literatura es mi vida. No podría vivir sin ella: sin la deliciosa soledad que exige, sin el placer que enciende la creatividad, sin su fuego, que aviva el alma; sin su alimento, que nutre el espíritu. Sin el consuelo que proporciona; sin el sentido que da a la vida.
La docencia es una labor absolutamente fundamental que te enseña al mismo tiempo muchísimo de ti y que te permite aprender muchísimo de los demás. Es decir, aprendemos juntos porque también escribimos juntos.
PREGUNTA. Pero no solo eres escritora. Licenciada en Filología Hispánica, ejerces la docencia de Lengua y Literatura Española, y, como has dicho antes, también impartes talleres de escritura creativa. ¿Qué es para ti la labor docente?
RESPUESTA. He ejercido la docencia en la Universidad Europea Miguel de Cervantes hasta el año pasado, pero me especialicé en ELE, Español para Extranjeros, donde impartí también algunos cursos de formación para el profesorado y clases de escritura creativa (estas últimas también en línea en la Universidad Francisco de Vitoria), aparte de los talleres de escritura que imparto aquí en Valladolid, como he explicado antes desde hace casi diez años, tanto presenciales como en línea. Mi labor docente es otra parte fundamental de mis actividades creativas: cuando enseñas a escribir tienes que poner en órbita tu creatividad, tu imaginación, tu empatía, y equilibrar la didáctica con la motivación, las reglas con sus rupturas, la enseñanza teórica con la visión humanista. Tienes enfrente a seres humanos adultos que esperan de ti que les enseñes a verse de verdad, a ver su mundo interior y a ponerlo sin prejuicios y sin pudor a la vista de los otros de la manera más efectiva y con la mayor calidad posible. Es una labor absolutamente fundamental que te enseña al mismo tiempo muchísimo de ti y que te permite aprender muchísimo de los demás. Es decir, aprendemos juntos porque también escribimos juntos. Por otra parte, es un verdadero privilegio poder revisar sus textos e intentar mejorarlos y enriquecerlos sacando de ellos sus joyas escondidas. Siendo conscientes de que, como decía María Zambrano, debemos acoger en nuestra escritura todo lo que nos sucede como hechos de la vida, y que el corazón debe empujarnos siempre.
Lo menos importante es que se llegue a ser famoso o reconocido, lo verdaderamente interesante y valioso es el proceso de escritura, la escritura misma, pues siempre acabará nutriendo nuestras vidas y nuestro espíritu.
PREGUNTA. Debate interesante. Hay muchas voces que opinan -así lo decía Francisco Umbral, por ejemplo- que no se puede enseñar a escribir, que es un asunto completamente autodidacta. ¿Qué opinas de estas afirmaciones? ¿Qué ofreces a tus alumnos para acercarles a una cierta destreza o para que alcancen cierta madurez creativa? Dinos, por favor, la frase o las frases que repites a tus alumnos una y otra vez y que crees esenciales para aprender o para mejorar en este oficio.
RESPUESTA. No sé si se puede enseñar a escribir, tal y como lo planteaba Francisco Umbral, pero sí se puede enseñar a enfrentarse a la página en blanco sin miedo. Se puede enseñar a desbloquearte, se puede enseñar a extraer de dentro esa parte de ti inhibida por la educación mal entendida y a nombrarla y a expresarla con palabras vigorosas y verdaderas; se puede enseñar a mirar el mundo de otra forma, con unos prismáticos lo lejano, con unas potentes lentes lo minúsculo, a mirar dentro de uno mismo y reconocer tus potencialidades ocultas porque no se han trabajado nunca. Se puede enseñar, en fin, a vivir en ese inmenso campo creativo que es la imaginación, y a despertarla y a potenciarla. Se puede enseñar a corregir, a reescribir, a reconocer lo valioso y a eliminar lo superfluo. En todos estos sentidos, sí que se puede enseñar a escribir. Porque el talento solo no basta. Porque como nos decía T. S. Eliot, solo quienes se arriesgan a ir demasiado lejos descubren lo lejos que pueden llegar. Además, hay otro aspecto fundamental que solo aportan los talleres de escritura, aparte de la labor benefactora de pertenencia a un grupo con los mismos intereses, que es la continuidad y la constancia en la escritura, sin las cuales es muy difícil que se pueda producir una obra mínimamente meritoria. Lo menos importante es que se llegue a ser famoso o reconocido, lo verdaderamente interesante y valioso es el proceso de escritura, la escritura misma, pues siempre acabará nutriendo nuestras vidas y nuestro espíritu.
Estas son las ideas que suelo plasmar en mis clases, aparte de la consabida y siempre necesaria de “Muestra, no expliques”, o “Escribe sin levantar el bolígrafo del papel, deja que fluya todo lo que tienes ahí dentro, sin pensar”.
PREGUNTA. ¿Qué cualidades debe poseer un buen escritor, Yolanda?
RESPUESTA. En primer lugar, ciertas dotes naturales, talento. Luego, constancia. Un mundo interior rico y bien trabajado. Un espacio de soledad. Infinito amor por la literatura. Ser un buen lector. Capacidad de sacrificio pero más aún de gozar escribiendo. Audacia creativa. Asumir que trabajas con la libertad total y con el control absoluto. Confianza en uno mismo –nunca ciega, pero sí positiva–. Saber que vives para la escritura y que este es el verdadero premio –aunque se agradezcan todos los demás– y que la inteligencia creadora atravesará toda nuestra existencia. Escribir en paz con uno mismo. Dejar también que te desgarre. No conformarte nunca.
PREGUNTA. Tengo una curiosidad personal. Desde hace unos años, el auge del género del microrrelato es sorprendente. Publicaste en 2017 Zambullidas (Ed. Renacimiento), una colección de microrrelatos con buena acogida por parte de la crítica y del público. ¿Dónde crees que reside el éxito de este género con tantos seguidores?
RESPUESTA. Los lectores están cambiando como cambia el mundo. Cada vez hay más lectores preparados que reconocen el valor de la intensidad y del fogonazo que proporcionan las microficciones. La literatura brevísima se expande no en la página sino en la mente y en la imaginación del lector: el microrrelatista ofrece al lector la posibilidad de reconstruir lo elidido y trabajar internamente su misterio, formar parte de su creación, y además hacerlo brevemente, en consonancia con los nuevos tiempos. Esto es algo muy atractivo para este nuevo lector que se deje subyugar por el vasto y precioso mundo de las sugerencias sin robarle tiempo. Ana Blandiana escribió que la intensidad del arte es idéntica a la intensidad mística, independientemente de si se cree en Dios o no.
PREGUNTA. Vamos a mirar al futuro, Yolanda. Tienes ya una relevante carrera como escritora. ¿Cuáles son tus planes vitales y literarios? ¿Qué vamos a leer los lectores de Yolanda Izard en los próximos años?
RESPUESTA. Pues ya mismo, podrán leer mi próxima novela publicada por la editorial Renacimiento, que la sacará al público a principios de septiembre, pues según me acaban de comunicar los editores está ya en proceso de maquetación. Se titula Sola, y estoy segura de que va a sorprender mucho y espero también que guste. Estoy además en las últimas revisiones de un par de libros de poemas, de otra novela y de un libro de relatos, que espero que se puedan publicar pronto. Como ves, estoy viviendo una etapa de mi vida absolutamente creativa.
PREGUNTA. Para terminar, Yolanda, tú que eres una mujer apasionada con su vocación y que por eso estás en este espacio de entrevistas TRAMO SEÑALIZADO. CONVERSACIONES CON PERSONAS APASIONADAS CON SU OFICIO, ¿qué le dirías a alguien que duda en apostar por sus sueños, por ser quien es? ¿Vale la pena la vida sin intentarlo?
RESPUESTA. Siempre hay que intentarlo, no se debe tirar la toalla sin que haya antes perseverancia y perseverancia, porque como he tratado de explicar, lo mejor no es la llegada sino el camino; lo más interesante y enriquecedor es ese sueño de crecimiento interior y de mejora que al final es lo que debe constituir la base de cualquier vida humana y en especial del escritor. Porque el hombre también se alimenta de sueños, que dan sentido a su vida. En el caso de la escritura creativa, vale la pena intentarlo porque se escribe para ser mejor persona, para quererse más a uno mismo y para respirar en el otro a través de la empatía y la compasión, para iluminar las zonas oscuras, para desvelar lo que es el ser humano. Por todo esto, y por el resto de cosas que he dicho en esta entrevista, merece la pena escribir y apostar por ello, no sin antes ser consciente de que quizá nunca se llegue a ser reconocido, y que eso es fabuloso si llega, pero que, si no llega, nadie nos podrá arrebatar lo que hemos aprendido y cuánto nos ha enriquecido. Te agradezco mucho la entrevista, Jorge.
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