Reseña de 'Trece rosas negras', libro de relatos de José Antonio López Rastoll: Una mirada inquietante y humanista sobre el ser humano.

 


                                 

               Trece rosas negras


       José Antonio López Rastoll



Editorial Tres Columnas

2018

94 páginas


Para el lector, no es nada nuevo disfrutar con la literatura del alicantino José Antonio López Rastoll (1974). En sus anteriores participaciones en antologías, en sus libros de relatos (El Mirador, Ed. Atlantis, 2009; Vareando nubes, Ed, Atlantis, 2012) y en su anterior conjunto de microrrelatos (Pelusillas en el ombligo, Ed. Lastura, 2015) ya demostraba una destreza y un talento para escribir en las distancias cortas, enseñando su dominio del género, y la importancia también de saber elegir lo que narraba, porque escribir es saber elegir.

También el oficio de escritor es saber el momento en el que uno se debe detener, o callarse; o los momentos en los que hay que volver atrás y borrar para insuflar al texto de la enjundia y del interés que pueda mostrarnos. Esto Rastoll lo sabe muy bien, tiene muy presente que al lector nunca hay que aburrirle, que siempre hay que tratarle con respeto, y así su literatura se mueve como pez en el agua en las distancias cortas, distancias que para nada envidian a los otros géneros, y que dicen mucho con poco, consiguiendo hacer las delicias de los lectores inteligentes, porque como decía Bioy Casares, el relato es el género de los lectores con ambición.

Con Trece rosas negras (Ed. Tres Columnas), publicado en 2018, hace casi tres años, Rastoll confirma aún más todo lo dicho. El lector se encuentra ante veinte relatos cortos o breves (alguno podría denominarse como microrrelato por la extensión, aunque no tiene otras características de este género) que sacian las expectativas, demostrando que el autor ha dado otra vuelta de tuerca más en su madurez como escritor, y con el éxito de consolidar su mundo y su estilo personales. 

Una de las citas que abren el libro es del cantante Enrique Bunbury ("Siento una simpatía natural y espontánea hacia las cosas extraordinarias") y con ella se podría explicar parte del universo literario de Rastoll. Existe una tendencia y un gusto por situarse dentro del género fantástico, por los asuntos "sorprendentes" y "tenebrosos" que nos regala este género, pero en su literatura hay mucho más, ya que lo "extraordinario" abarca otros terrenos. Se reconocen en muchos de sus relatos una inquietud, una turbiedad y un extrañamiento que recuerdan el surrealismo buñueliano y la literatura del absurdo, que reflexionan sobre asuntos vitales de la existencia; así como también cierta influencia kafkiana con su cotidianeidad absurda y fatalista, aunque el autor alicantino prefiere alejarse en muchas ocasiones de ese fatalismo.

Muchos de los relatos parecen verdaderos sueños en los que los personajes buscan una salida que aligere sus pesares, o las respuestas a sus interrogantes y anhelos. Así, tenemos los titulados 'Chusma', 'Tres comas', 'Hotel Sur', 'La Rehén', 'La Conexión', '¿Por qué no?', 'La Escapada' (maravilloso relato de iniciación), 'Volver a casa' o 'Waslala' con estas características; aunque también es cierto que en el libro se pueden encontrar relatos más convencionales cargados de ternura y humanidad, en los que se narran historias que reflexionan sobre la soledad, la incomunicación o el paso del tiempo, como en 'Las Charlas clandestinas', 'El Banco', 'Cartas suicidas', 'Azul' o 'El Síndrome de la Cabina', aunque sin olvidar algún rasgo inquietante. También los hay puramente fantásticos o góticos como 'Besos lúgubres' o 'El Fantasma de la Torre'.

La obra de Rastoll cumple el deseo de todo artista de no dejar indiferente, con su pluma convertida en una suave caricia de perplejidad y sutil desasosiego que se instala en el lector y que no le abandona. Escritos con un estilo en el que destaca una elegante sencillez y la elección de la palabra justa, pero repleto de significado y varias lecturas, Trece rosas negras es una muestra de literatura de calidad, de auténtica altura, que está destinado para lectores exigentes, en la que se descubre la madurez de un escritor al que se le notan sus muchas horas de lecturas y su trabajo incansable y su pasión frente a la hoja en blanco por mejorar cada día, con un compromiso a prueba de bombas con la literatura. 

No se olviden de este libro, ni de Rastoll -escritor en mayúsculas, escritor lento pero seguro, que no tiene prisa por publicar-; no conseguirá defraudarles. Esperamos su siguiente libro.

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