Tramo Señalizado. Entrevista a Daniel Múgica: Un ejemplo de escritor total



Daniel Múgica: "La ciudadanía, como de costumbre, va por delante de la clase política y hace siempre lo correcto"



 

Muchos críticos han dicho de Daniel Múgica (San Sebastián, 1967) que es el mejor escritor de su generación. Hasta Francisco Umbral, en su Diccionario de Literatura, le echaba piropos como "leonardesco", porque era capaz de escribir en todos los géneros y de hacerlo muy bien. Y es que Daniel Múgica no solo es un escritor de gran talento con un mundo y un estilo muy personales, sino que además es un autor ejemplo de vocación que ya muy pronto supo cuál era su camino, y tanto es así que con tan solo 21 años deslumbró con su primera novela En los Hilos del Títere, y un año después consiguió el prestigioso Premio de Novela Ateneo de Sevilla con Uno se vuelve loco. Es un superdotado. Un superdotado de nacimiento para la literatura, pero también un ejemplo de dedicación, constancia y exigencia con uno mismo. Un hombre que respira literatura, apasionado con su oficio y con su vida de escritor. Un escritor puro lleno de coraje que brilla en todos los géneros. "Ser escritor es un modo de vida que respira lo que le rodea para plasmarlo", asegura. Su larga trayectoria lo atestigua.


-Estamos viviendo, Daniel, unos momentos complicados. Estamos inmersos en una pandemia de coronavirus que nos está llenando de fallecidos, de miedo y de pavor desde hace casi un año. ¿Cómo sobrellevaste la drástica cuarentena que sufrimos en la pasada primavera? ¿Cómo lo vive un escritor?

-Viví aquellos días de primavera con cierta normalidad, ya que el escritor trabaja en casa, o suele hacerlo. Después de aquello, al escritor lo que le afecta no es la mal llamada nueva normalidad, sino el nuevo paradigma con el que nos toca vivir. Esta situación merece varias novelas y ensayos que nos ayuden a situarnos en el contexto.

-Durante aquellos días de abril de 2020 sufriste la amarga pérdida de tu padre, el político y exministro Enrique Múgica, uno de los creadores de nuestra democracia. Tu padre era y es un hombre muy querido, muy considerado y respetado por todos, sean de la ideología que sean. Se ganó a todo el mundo con su amabilidad, capacidad de trabajo y empatía. Aparte de lo dicho, ¿qué nos quieres decir de él? ¿Cómo era Enrique como padre?

-Era un hombre afectuoso, bueno, del que heredé el amor a la lectura. Uno de los pocos intelectuales del PSOE, cuya desfiguración del partido contempló con estupor y enfado.

-No solo padecemos una crisis sanitaria, ya estamos también inmersos en una crisis económica que parece que se agravará aún más. Últimamente, en tus artículos de opinión en el Huffington Post, te noto muy crítico con la clase política española. En tu opinión, ¿cómo se ha gestionado y se está gestionando la pandemia? Y no solo me refiero al papel del gobierno, sino también a la postura de la oposición.

-No están a la altura. Ambos, el gobierno de extrema izquierda y la oposición de extrema derecha realizan dejadez de función pública. Poniendo sobre la mesa del debate los muertos de la pandemia, demuestran no estar a la altura de la patria y solo se preocupan por los votos.

-¿Qué tiene que hacer la clase política española para salir del descrédito en el que vive? ¿Y qué tendría que hacer el ciudadano para mejorar esta situación?

-Lo que se le demanda a la clase política desde la sociedad civil es respeto y concordia, un acuerdo nacional con el que superar el virus y sus tremendas consecuencias. La ciudadanía, como de costumbre, va por delante de la clase política y hace siempre lo correcto. Además estos políticos de pandereta y los medios la han tomado con los jóvenes injustamente, mimetizando a una minoría irresponsable con una mayoría responsable y solidaria.

-Siempre he pensado de ti, Daniel, que tu talento, tu creatividad y tu capacidad de trabajo son envidiables. No conozco un caso parecido al tuyo en esta España, y me refiero a que eres un escritor total: novelista, autor de relatos, dramaturgo, libros infantiles y juveniles, ensayo, columnista de opinión, profesor de creación de literaria, guionista, y sin olvidar tampoco tu faceta de director de cine, o de reportero, entrevistador y tertuliano. Solo te falta publicar poesía, aunque también la escribes, y estoy seguro que no tardarás en tener un poemario en las librerías. ¿Cómo nacen en ti tanta creatividad y tantos registros? Hasta Umbral, en su Diccionario de Literatura, decía que te admiraba por ello, que eras leonardesco... ¿Qué recomendarías a los demás para potenciar todas las capacidades que llevamos dentro?

-Entiendo que un escritor total debe nadar a contracorriente, en todas las mareas, sin descanso ni darse un respiro para competir solo con su propia capacidad, consigo mismo. Al final, desenvolverse en varios registros deriva en una mejora sustancial del estilo, el que fuere. A los nuevos novelistas hay que aclararles que si escriben pensando en ser superventas lograrán malos trabajos, sin calidad, pues no les empuja el talento, los que lo tengan. Yo escribo lo que me gustaría leer, sabiendo que esta profesión es de largo recorrido y que al cabo, apenas llena el plato de lentejas pese a las largas jornadas de trabajo. Esto es un oficio de pura vocación.

-Yo comencé a leerte en los años 90. En el año 92 y 93 tenía 16 y 17 años, y descubrí tus artículos en el ABC. Pronto tu estilo y los temas que tratabas en ellos me sedujeron y quise leer todo lo que habías publicado hasta la fecha. En mis manos cayó En los Hilos del Títere, tu primera novela publicada en 1988, y poco después leí Uno se vuelve loco, la segunda que fue Premio Ateneo de Sevilla. Recuerdo que las dos me gustaron mucho, y desde entonces no he dejado de leerte. Además recuerdo verte por aquellos días en la televisión, en los debates de los sábados por la noche, y eso me gustaba porque veía al escritor que admiraba en sus libros. Esas dos primeras novelas que te digo están escritas por un autor muy joven, con apenas veinte años, incluso con menos. Empezaste muy pronto, y escribiendo ya con calidad. ¿Qué le dirías a ese joven escritor que ganara el Ateneo de Sevilla después de todo este camino recorrido? ¿Qué le dirías que no hiciera?

-Le diría que hiciese exactamente lo que hizo y que cometiese los mismos errores, incluidos los de fondo. El fracaso y el éxito, los conozco, son dos mentirosos. Pero el fracaso, por lo menos, te obliga a mirar el reflejo desfigurado del espejo. Congratularse con él y controlarlo te hace mejor escritor, aceptarse uno con sus defectos y virtudes. La gran clave de la literatura es contemplar la vida desde la visión unívoca de cada cual, aunque sea fallida. En literatura una visión fallida genera novelas de fuste. Incluso la ausencia de ciertas técnicas.  La incapacidad de Faulkner para la frase corta le lanza a construir maravillosas subordinadas, uno de los muchos ejemplos que se pueden poner. 

-Tu madre Faustina Díaz Azcona fue novelista, e intuyo que tuvo un papel muy importante en tu carrera. Ha estado un poco a la sombra por el gran protagonismo público de tu padre, y quisiera que nos hablaras un poco de ella, tengo mucha curiosidad. ¿Fue quien despertó en ti tu camino como autor?

-Ambos fueron quienes la despertaron, mi padre y mi madre. Tenían y tienen una de las mejores bibliotecas privadas de España, con quince mil volúmenes, lo que resultó un privilegio para el escritor en ciernes que fui. Sin embargo, con mi madre, lectora compulsiva, sigo hablando mucho de literatura, intercambiando opiniones sobre innovaciones en las que cada uno buceamos e intentamos incorporar a nuestros trabajos. 

El escritor Daniel Múgica 

-Daniel, ¿qué tiene que tener un buen escritor? ¿Qué es ser escritor?

-Debe poseer las misma cualidades que definen a las demás artesanías: disciplina, voluntad, coraje a la hora de inventar, humanidad, humildad sin modestia, y el talento no adquirido, el que viene con el nacimiento, que no es otro que el de aplicar la intuición a la palabra escrita. Ser escritor es un modo de vida que respira lo que le rodea para plasmarlo. Ser escritor tiene que ver mucho con la fe laica en la ilusión. La de aprender a cada momento, la de crecer, y por supuesto la de recuperar la inocencia cuando se escribe, la normalidad de lo cotidiano, y luego, su conversión en conflicto, la piedra angular de cualquier arte. Y por ende el escritor solo lo es si trabaja desde sus heridas y sus contradicciones, aunque se solapen. 

-Tus últimos libros han sido las novelas Bienvenido a la Tormenta, de 2014, La Dulzura, de 2017, y la novela juvenil Mr Smile. La Aventura, en 2019, estas dos últimas en la editorial Almuzara. Con La Dulzura ganaste el prestigioso Premio Jaén. Es una historia dura, desasosegante, ambientada en los atentados terroristas del 11 M de 2004 en Madrid. ¿Por qué quisiste escribir una novela con este tema? ¿Querías ajustar cuentas, de alguna forma, con el asunto del terrorismo ya que a ti y a tu familia os ha tocado directamente?

-Escribir, cuando no eres un escritor orgánico, de los que soban el lomo del poder, suele tender a ajustar cuentas. Pero ha de ser honesto: primero el ajuste de cuentas con uno y luego con lo que le ha sucedido ajeno a él. La vida golpea sin aviso. De eso se trata, de doblarse como un junco, volverse a levantar y contarlo, en definitiva vivir para contar. La Dulzura es la primera de un trilogía sobre el terrorismo.

-Hace unos años dijiste en una entrevista que la novela era el género, o la disciplina, que aunaba a las demás artes, con permiso del cine. ¿La novela es tu género preferido como escritor? ¿Por qué la ensalzas entre los demás géneros?

-Incluso, al leer El Banquete, de Platón, se ve que está en parte construido como una novela. La novela absorbe lo sustancial de cualquier disciplina artística, la musicalidad y el conflicto, y los eleva al contener una poética determinada que aflora en frases de las grandes novelas. Mejora las atmósferas del cine, fusionándola con las almas de los personajes. Difumina las líneas de la escultura, otorgando al lector una interpretación más aguda y personal. Empasta los colores de los cuadros creando gamas caleidoscópicas que sujetan las tramas. Pero sobre todo, ahonda en lo primigenio de lo humano con una diversidad a las que no se acercan las demás artes, limitadas en sus técnicas a mi entender frente a la literatura, en la que todo cabe.

-Por cierto, antes he mencionado el cine. Eres director de cine, has dirigido varias producciones. Creo que esta faceta se la conoce un poco menos que la de escritor, pero también el cine es muy importante para ti. ¿Qué te atrae del cine?

-Mi generación ha bebido igual de la literatura que del cine, de la música e incluso del comic. Eso nos hace ser más visuales que las precedentes generaciones sin descuidar el retrato de la intimidad. Volveré algún día a la dirección de cine, porque me gusta, pero en estos momentos estoy centrado en la escritura.

-El mundo está cambiando muy rápidamente en todos los sentidos. La importancia de la tecnología es un hecho, y a través de ella va a modificarse -o ya lo ha hecho- nuestra forma de leer, de informarnos, de relacionarnos, de trabajar, etcétera. ¿Qué va a ser de los sectores del periodismo y la literatura con estos cambios? ¿Hay que preocuparse?

-No hay que preocuparse ni adaptarse. Hay que estar al día, también de las interrelaciones que modifican las nuevas tecnologías. El problema radica en que con tanta información se debe hilar fino para separar la verdad objetiva de la verdad manipulada, que muta en mentira. Hay que estar atento.

-Daniel, ¿en qué libro estás trabajando ahora? ¿Qué publicarás próximamente para todos los lectores? 

-Estoy a punto de empezar una novela relacionada con la Covid. Pero de una manera diferente, edificándola con la violencia, retratada en Sade y La naranja mecánica, de Burguess.

-Tienes 53 años, Daniel, y te queda mucho camino por delante para seguir disfrutando de la vida, de la literatura y de tu familia. ¿Cómo te ves dentro de quince años? ¿Y cómo crees que será nuestro país?

-Me veo malviviendo de la escritura con similar ilusión a la de hoy. Sobre la nación no soy nada optimista, aunque sí sobre su ciudadanía. A lo mejor tendremos que tomar las calles.

-Para terminar, tú que eres una persona apasionada con tu oficio, ¿merece la pena vivir sin pasión por lo que haces? 

-No, no merece. Hay que vivirla con pasión y a cualquier precio. Presente la moral como defensa y como ataque.


                          Por Jorge Alonso Curiel 




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Gloria Rivas Muriel, profesora y escritora.


Davidleelibros, Youtuber y escritor.










Atilano Sevillano, escritor y profesor.
















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