IMPOSIBILIDAD DE CAMUFLAJE. Hasta que el Mundo se detenga
Nunca me han regalado una rosa en el Día Mundial del Libro. Y sí que me hubiera gustado que alguna vez lo hubieran hecho. ¿A quién no le agrada que se la regalen en esta fecha tan señalada como es San Jordi, aunque no se encuentre en Cataluña y que la tradición diga que los hombres regalan rosas a las mujeres y ellas libros a los hombres? A los hombres también nos gusta que nos regalen flores; no me llego a creer a quien diga lo contrario. Una rosa, o cualquier otra flor, es un mensaje de cariño, confianza y admiración, de ponerte su corazón en tus manos, de decirte muchas cosas con ella y que no se atreven, quizá, a decírtelo de otra manera. Tal vez este 23 de abril tenga suerte y alguien lo haga; quién sabe.
Lo que sí me han regalado un día como hoy son libros. He tenido fortuna en eso, y con ellos me hacían entender que yo era una persona especial en sus vidas, aunque vinieran sin rosas. A quienes me los regalaron les dije que con libros ya me sentía más que satisfecho. Que los libros son un bien maravilloso, y que significan mucho para mí; es uno de los mejores presentes que se me puede hacer, en un día como hoy o en cualquier otro día.
Los libros han sido y son algo esencial en mi vida. Un pilar maestro. También lo es el cine, pero los libros me han acompañado y me han proporcionado un sentido a mi existencia ya desde pequeño. Tras leer muchos de ellos, a los 16 años decidí que quería ser escritor; y unos pocos años después –a los 18 o 19–, y habiendo visto cientos de películas y leídos cientos de libros sobre el séptimo arte, reseñas y críticas cinematográficas, decidí que quería dedicarme también a escribir sobre el séptimo arte. Pero sin libros, no hubiera habido nada, porque leer es la base de todo. Porque escribir sin haber leído es bastante improbable.
Hay personas que pueden vivir sin leer, y todos conocemos algunas, o incluso muchas. Es cierto que se pierden un festín que les llenaría de entretenimiento, conocimiento y que les convertiría en seres más humanos, pero viven tan tranquilos sin esa compañía y no les ocurre nada. Viven sin ese hábito, sin esa droga que solo regala beneficios –porque se convierte en una verdadera droga cuando se cuela en las venas para habitarte para siempre–, pero compruebas en ellos que se puede sobrevivir sin dificultades sin ser lector. Y lo comprendo, lo respeto. Porque de todo hay en este mundo.
Pero lo que no llego a comprender del todo es la animadversión o la inquina que tienen algunas personas por la lectura y los libros. Nunca he menospreciado a nadie por sus costumbres o por sus gustos, pero, sin embargo, he tenido que soportar algunas veces las miradas o los comentarios de los que no entienden que alguien se pase mucho tiempo de su vida en ese reino incomparable que son las páginas de un libro. Seguro que muchos de vosotros sabéis de lo que hablo; que os ha pasado de alguna manera.
He tenido que aguantar, por ejemplo, que, en los parques –porque me gusta sentarme en sus bancos a leer cuando las condiciones atmosféricas no lo impiden– gente que pasaba a mi lado me dijeran comentarios como: "Te vas a quedar ciego, hombre. ¡Deja ya de leer y disfruta de la vida!". O: "En vez de fijarte en las chicas que pasan, muchacho, te pierdes en letras oscuras...". En una ocasión no pude retenerme, y respondí a una pareja de ancianos que me increparon que estaba malgastando mi vida, que estaba tirando mi tiempo a la basura, y que me levantase y me fuera a vivir de verdad. No me retuve, ya digo, y les contesté que se metieran en sus asuntos, y que, si leyeran un poco, no dirían semejantes barbaridades. Y me levanté y me fui a leer a otra parte alejada del parque... Parece que a algunos les sorprende y les incomoda encontrarse a alguien leyendo, y hasta les provoca lástima o desconfianza. Los lectores parecemos seres desvalidos, inadaptados, cuando estamos leyendo, decía Kafka, y por eso quizá llevaba en secreto su oficio de escritor y su pasión lectora.
En mi propia familia también he tenido que sufrir asuntos como estos. Desde preguntarme por qué tengo tantos ejemplares en mi casa y por qué no tiraba algunos a la basura, hasta comentarios como "No te vamos a regalar ningún otro en Navidad ni en tu cumpleaños porque ya tienes demasiados...". También algunos amigos me han regalado auténticas 'perlas' que no tienen desperdicio y que no se olvidan: "Los libros son muy caros, estás tirando el dinero, cuando podrías estar gastando los euros en cosas más provechosas como en viajes y en comprarte otra casa...".
Pero del comentario que nunca podré olvidarme fue el que me disparó hace 25 años uno de mis mejores amigos –que pronto dejó de serlo, pues no me convenía–, en una noche de juerga por la ciudad cuando ya tenía unas cuantas copas encima y que se me clavó directamente en el alma: "¿Tú crees que es normal perder el tiempo con tantos libros? Nunca me he atrevido a decirte esto, pero te tengo aprecio y debes dejar todas esas tonterías de la lectura y de escribir. La Literatura no te va a llevar a nada...".
Tengo que decir que estoy satisfecho de todas las muchas horas que he pasado, y sigo pasando, inmerso entre las páginas de los libros. Y también lo estoy de dedicarme a escribir. Uno no ha desperdiciado su vida, porque la Literatura –ya como lector o como escritor– es un asunto que no defrauda a quien no entiende la vida sin sus caricias ni sin su aliento, a quien le ha ayudado a madurar y a convertirse en una persona más humana y sensible, más comprometida con el mundo que le rodea. Porque los libros y la lectura son un tesoro, un lujo al alcance de todos, pues no entiende de clases ni razas, de ningún tipo de discriminación.
Ya sabemos que los índices de lectura nunca son los esperados, pero es cierto que cada vez hay más personas que leen, y que nunca en la historia de la humanidad se ha leído tanto como en estos momentos. Sigamos leyendo, porque quien lee está salvado de muchos asuntos. Continuemos comprando libros, continuemos regalándolos, o que nos los regalen. Con rosa o sin rosa. Leamos sin parar, en el Día del Libro y todos los días, hasta que el mundo se detenga. No se pierde el tiempo. No se malgasta la vida.
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