IMPOSIBILIDAD DE CAMUFLAJE. Con la boca abierta.

    IMPOSIBILIDAD DE CAMUFLAJE 


       Con la boca abierta

                     

                                     Por Jorge Alonso Curiel 


                                                   Foto Mediaset

Inocente de mí, de pequeño pensaba –y no sé la razón, quizá lo vi o lo escuché en una película, o tal vez lo oyese en boca de los que me rodeaban– que cuando las personas cumplían años y se convertían en personas adultas y maduras, no se dejaban llevar por los sentimientos ni por las emociones, ni tampoco por los bajos instintos, y que ponderaban con el instrumento de la razón todo lo que les ocurría, incluyendo las pasiones y la atracción amorosa y sexual. Creía que con los años se dejaban de cometer 'tonterías' que se hacen en la adolescencia o en la primera juventud por amor plenamente romántico, como cruzar los mares para encontrarse con la persona amada a miles de kilómetros, o renunciar a un gran trabajo por estar con ella, o enfadarse con tu familia y amigos y gente que te quiere porque no les gusta esa persona que idolatras, por ejemplo, y que ya todo eso se dejaba atrás con los años y que le entraba a uno el juicio y el mirar la vida y tu presente y tu futuro por el prisma de las decisiones ajenas a la locura y al vaivén de las emociones. Así pensaba yo cuando era niño, y miraba a los mayores con admiración y la boca abierta, pensando que yo mismo también sería así con el paso del tiempo: que elegiría a mi pareja para toda la vida una vez que hubiera valorado convenientemente todos los factores, y que jamás haría nada que resquebrajase nuestro compromiso, ya que las parejas no se formaban por arrebatos sino por decisiones muy meditadas, y que permanecían unidas hasta el fin de sus vidas por intereses, comodidades y cierto cariño en un estado de serenidad perpetuo sin alteraciones. Porque los adultos eran adultos y maduros, y quería ser como ellos. También es verdad que escuchaba en alguna ocasión hablar de algún divorcio de alguna pareja amiga, de algún matrimonio roto, pero pensaba que eran excepciones, y que eran gentes que llevaban mala vida. 

Sí, ya sé. Yo era un niño, y pensaba cosas raras e inocentes. Demasiado inocentes. Luego te vas dando cuenta de que la vida no reside en la pureza ni en el sentido común –o no enteramente en ello–, y que el suelo en el que te mantenías de pie tan tranquilo en la infancia desaparece, y desaparecen también tantas otras cosas.

Todo esto lo pensaba el otro día recordando un programa de Telecinco que fue emitido hace algunas semanas. Es una larga entrevista que se hizo al corrupto exalcalde de Marbella Julián Muñoz, al famoso imputado y procesado alcalde que pasó un tiempo tras las rejas. En la entrevista da un repaso a toda su vida: desde su infancia en un pequeño pueblito castellano hasta los sucesos que le llevaron a la cárcel. Y cómo no, habla de la ruptura de su matrimonio con Mayte Zaldívar –que también acabó pasando por prisión– al conocer a la cantante de canción española Isabel Pantoja que le robó el cuore
 
Julián y Mayte se casaron muy jovencitos, desde que se conocieran en Madrid, y lo habían pasado bien y muy mal juntos, y hasta habían tenido dos hijas. Y cuando él llegó a ser alcalde de Marbella tras unos años como concejal, la pasión y el ciego amor le nublaron el entendimiento y rompió una relación de muchos años, de un proyecto serio de vida con Mayte. Pero lo más interesante es todo lo que hizo este hombre por esa pasión que con el tiempo resultó malsana (la tonadillera le expulsó de su vida como quien arroja un kleenex a la papelera cuando dejó de interesarle); todas esas cosas que jamás pensó hacer por una mujer estando ya casado con Mayte, y cuando su matrimonio no tenía problemas: mentirla sin ninguna vergüenza en su cara y delante de sus hijas en reiteradas ocasiones con que él no tenía ningún affaire con la cantante, o verse a escondidas con su nuevo amor en lugares a los que llegaba escondido en coches que conducían otros, o recibir ramos de flores de la cantante en el domicilio que convivía con Mayte, y muchas cosas más y durante mucho tiempo, asuntos de alguien que parecía haber regresado de nuevo a la primera juventud o a la infancia. Asuntos que el niño que fui no podría entender pues no eran posibles que sucediesen.

Y es que parece que nada cambia con el tiempo. Somos niños que juegan a ser mayores. O adultos, como decía Freud, que siguen jugando en el patio del colegio. Los amores que rompen familias y parejas (que ya estaban mal o que no lo estaban) suceden a diario. Las locuras de amor y el enamoramiento más infantil o juvenil están a la orden del día, y poco remedio existe, porque a veces la razón no puede dejar de doblegarse ante la corriente imparable de esta locura llamado enamoramiento, que es una nube que envuelve como un trapo mojado la razón. 

Pero parece que tampoco otras cosas se olvidan en la edad adulta: como la malsana envidia, o la venganza ya sea en distintos niveles, o la mentira, o la violencia como método para resolver las cosas, o el egocentrismo y la falta de humildad, o el deseo de hacer daño por el mero deseo de provocarlo y satisfacerse con el sufrimiento ajeno, o la manipulación para conseguir lo que se desea, o el apartar a otras personas por ser distintas. 

Quien conozca a alguien maduro y equilibrado, que no lo deje ir. O a alguien que trabaje todos los días por serlo. Alguien que no se deje llevar por los bajos instintos ni que opte por la falta de compromiso, si es que la persona o lo que sea merece verdaderamente la pena. Manuel Vicent decía que el amor es solo un género literario. Quizá la llamada edad adulta también, y que lo único que existe es la infancia, como dicen los poetas. Una infancia camuflada con vestidos que nos ponemos y que nos ponen para ocultar todas nuestras debilidades. Esas debilidades que de niño creía que no existían.  

                  
       


Jorge Alonso Curiel 


       
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Comentarios

  1. Creo que la madurez hay que ganársela todos los días mientras la infancia la traemos de serie. Un descuido nos puede hacer caer en el abismo de las pasiones más primarias. Fíjate en Will Smith.

    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Es cierto, José Antonio. Nadie te regala ese equilibrio y esa madurez, no llega caído del cielo. Es un camino, como bien dices, que hay que recorrer con mucho trabajo y constancia. Will Smith será el protagonista del próximo artículo. ¡Un enorme abrazo!

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