IMPOSIBILIDAD DE CAMUFLAJE. Busca y Captura de Liubov Sobol
IMPOSIBILIDAD DE CAMUFLAJE
Alguna vez en nuestra vida todos hemos querido ser invisibles. De niños jugábamos a serlo: en mi grupo de amigos cada vez lo era uno, y a ese que pasaba a tener ese don, hacíamos que no lo veíamos y así podía pegarnos puntapiés en el trasero, robarnos los chuches, darnos golpes en la cabeza o hacer todo lo que quisiera, y los demás nos quedábamos sorprendidos, fingiendo que todo aquello era obra de algún fantasma o de algún espíritu burlón. El juego tenía su gracia cuando el niño invisible de turno besaba en los labios a alguna de nuestras amigas, y ella no podía quejarse, aunque a veces se enfadaba y se iba corriendo porque ese juego ya no le gustaba; al fin y al cabo le había besado un niño que no le gustaba, y eso ya se pasaba de rosca.
Pero no solo todos hemos querido ser invisibles de niño. También lo hemos querido y lo queremos a cualquier edad. Al ver de lejos por la calle a un amigo o familiar pesado con el que no deseamos cruzarnos, o al encontrarnos casualmente con una expareja con la que hemos salido mal, o al ver venir al jefe hacia tu escritorio con cara de pocos amigos, o para escuchar lo que hablan de uno a nuestra espalda sin que sepan que nos encontramos allí, o al caminar en una madrugada de invierno por una calle congelada y desierta y compruebas que acaba de girar la esquina un hombre con aspecto que no te gusta y viene hacia ti...
La verdad que esta posibilidad tan interesante y tan provechosa la deberíamos disfrutar todos. Nadie duda de su valor, y además tiene su gracia. Y a pesar de que por ahora no tenemos esa capacidad, hay personas en el mundo que han decidido serlo y lo han conseguido de alguna forma. Me refiero a gente a la que ya no le interesa la vida social y lo que el mundo le puede ofrecer, y se retira a un lugar solitario en el campo o se encierra en el apartamento de la ciudad en la que vive y del que no sale o apenas lo hace. La relación con los otros ya no le es crucial, ya no es tan decisiva, y su equilibrio lo encuentra en el sosiego de la soledad por cansancio, dolor o desengaño. ¿Y qué se puede decir de los enfermos? ¿Y de las personas con muchas necesidades? Se vuelven invisibles sin quererlo.
Y sin desearlo se ha convertido también Liubov Sobol, esta joven abogada nacida en Rusia, en Oblast de Moscú, en 1987. Es la disidente más perseguida por Putin. Es la cara que está en el centro de la diana del dictador ruso. Se tuvo que exiliar a Estonia porque si no ahora mismo, muy probablemente, estaría muerta, como ha hecho el dictador con casi todos aquellos que han criticado su gobierno con el fin de que haya verdadera democracia en Rusia.
Sobol es la abogada de Alekséi Navalni, el principal jefe de la oposición de Putin, que está encarcelado en el país ruso en unas duras condiciones infrahumanas de aislamiento total. Y le defiende desde la distancia, como puede, a través de otros abogados que le visitan en la cárcel. "Unas cárceles rusas en las que se torturan a los presos a diario", afirma en la entrevista que le hizo Ixone Díaz Landaluce para la revista Mujer Hoy, publicada en abril de este año. Sobol se siente insegura también en el exilio, porque sabe que el dictador ruso ha perseguido a los opositores en cualquier país hasta acabar con ellos. Por ello, se ha hecho invisible, y sin desearlo. Tiene muchísimas precauciones a la hora de salir a la calle. No toca ningún objeto de ningún lugar. No se mete en un ascensor si hay alguien dentro. Y todo esto está pasando en nuestra Europa.
Vive en el miedo continuo, aunque ella misma dice que la fuerza y el valor para soportar todo esto "me ha venido en mis genes". Es una loca de la justicia, la democracia y la libertad y no parará hasta que las cosas cambien. "Soy una fanática por naturaleza", asegura. En Rusia fue acusada de violar las restricciones por Covid y se la sentenció a año y medio de libertad bajo fianza, pero ella huyó de su país y ahora mismo hay una orden de busca y captura. Es una superviviente, que gestiona la tensión y el miedo como nadie. Asegura que "la única manera de frenar la guerra es que Ucrania la gane". "Y que no se está haciendo lo suficiente para que esto pase".
No tiene ninguna duda de que Putin es un diablo y que es una amenaza más que real para el resto del mundo. Esta chica valerosa y atrevida sabe de lo que habla. Como sabe con el valor de la experiencia, que la obligación de volverse invisible es una pesadilla y que ya no es ningún juego de niños.
No olvidemos a Liubov Sobol. Dostoievski decía que todo el mundo necesita al menos un sitio donde se le compadezca. Por ahora esta joven fuerte y atractiva ha perdido su país, pero ha ganado el mundo entero. Gracias a personas como Sobol, las cosas han cambiado a lo largo de los siglos.
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Cuando la invisibilidad es por defender unas ideas justas, duele, pero, al mismo tiempo, necesitamos valientes capaces de cambiar el mundo. Quién no recuerda a Miguel Hernández abandonado en una cárcel de Alicante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tiene su mérito, porque qué difícil tiene que vivir así, querido compañero. Es un ejemplo para todos. Por personas así las cosas evolucionan. Un fuerte abrazo.
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