IMPOSIBILIDAD DE CAMUFLAJE. Soñando, soñando

 



               Soñando soñando


                                        Por Jorge Alonso Curiel


Me han resultado siempre muy divertidas y curiosas todas las contradicciones que cometen los adultos con los niños. Todas esas veces que les dicen una cosa, y luego con su ejemplo hacen la contraria sin ningún recato ni disimulo. Como cuando les mandan no decir palabrotas, porque es de muy mala educación, y luego de sus bocas puedes escuchar en cualquier instante incontables de ellas. O como cuando les prohíben mentir, ya que eso no lo hacen los niños buenos, mientras ellos no dejan de hacerlo en cuanto tienen oportunidad por la razón que convenga. O como cuando les aseguran que beber alcohol y fumar es totalmente perjudicial, y que jamás deben hacerlo por ningún motivo, y sin ningún disimulo no son ningún ejemplo en estas lides: hasta lo practican cerca de los pequeños.

Pero para mí la contradicción más interesante de todas estas, la que más me hace reflexionar, es la que tiene relación con los sueños, con el mundo de los sueños. Cuando un niño se despierta sobresaltado por una pesadilla o un sueño inquietante, los padres van veloces a consolar y a abrazarle, y le dicen completamente convencidos que no haga caso a lo soñado, que no se preocupe, porque no tiene importancia, que los sueños desaparecen, se esfuman con el viento y con la luz del día porque son solo sueños, y los sueños sueño son.

Es curioso cómo ante ellos les restan importancia; y cómo luego poseen tanta, en realidad, para los adultos. Ese arte poético involuntario, como lo denominaba el filósofo Kant, tiene una gran presencia en nuestras vidas, y posee también mucha repercusión. Todos conocemos a personas que, en pequeña o gran medida (y hasta los hay que son auténticos rehenes de ellos) hacen caso de lo soñado, y toman después decisiones y actúan conforme a ellos. Tenemos casos de aceptar un trabajo o renunciar a él, o incluso abandonarlo, por aquello que se ha visto y vivido durante el sueño. Lo mismo se puede decir de alejarse de una persona –ya sea una pareja, un amigo o un familiar– porque el sueño te lo ha recomendado o porque se saca esa conclusión de él, quizá confundida o tal vez 
no. También existen sueños que te indican el número que tienes que jugar en la lotería, a pesar de que después no es el que aparece, por desgracia, al terminar el frenético y azaroso giro de los bombos. Aunque no hay que dejar de lado, y es digno de estudio, el fenómeno real –cuando verdaderamente ha sido así– de los llamados sueños premonitorios que son todo un reto para la Ciencia. Con todo esto, parece que hubiera que dar la razón a aquello que decía el historiador George Duby, que afirmaba que la huella de un sueño no es menos real que la de una pisada. 

Y es que incluso lo podemos comprobar en el mundo del arte. Muchos son los artistas que se han dejado y se dejan "inspirar" por estos relatos oníricos. Muchas ideas de libros, muchos finales de relatos y hasta personajes les han sido revelados a los escritores en esas horas de descanso. Borges apuntaba cada mañana los sueños que había tenido durante la noche para crear a partir de ellos. Pintores de todas las épocas también han visto plasmados sus cuadros, antes que en su lienzo, en ese misterio de cada noche. Y hasta tenemos un movimiento artístico que fue tan importante a principios del siglo pasado como el surrealismo, y que reflexionó poéticamente sobre estos terrenos tan especiales y sorprendentes tras la clave influencia del doctor Freud, que tanto nos enseñó acerca de la interpretación de los sueños y de otros asuntos como los niveles de la conciencia.

Todo esto me parece muy inquietante. Muy revelador de nuestra debilidad, de nuestra frágil naturaleza, de lo necesitados que estamos de seguridad y de guías. De la necesidad de entender lo que nos ha ocurrido, de lo que sentimos, de lo que deseamos, de lo que nos rodea y de cómo debemos actuar. De tener algo a lo que agarrarnos. Y no me atrevo a decir que los sueños no tengan su utilidad o su valor, no; seguro que en algunas ocasiones nos sirven, sobre todo en los terrenos de la creación artística; pero no creo que haya que darles más importancia de la que tienen (muchas veces ninguna), y por eso también a los adultos nos deberían recordar, de vez en cuando, que no nos los tomemos tan en serio, porque los sueños, sueños son, y se esfuman en un instante, como si nunca hubieran ocurrido.

La vida se decide y se juega en el ruedo de la realidad, no hay otro espacio. Para ello hay que estar bien despierto y practicar el arte de la reflexión de la forma más clara y certera que podamos, con valentía y fortaleza, y no olvidar tampoco la intuición, que ya han descubierto que no es más que otra forma de conocimiento. Para conseguir nuestros sueños, nuestro equilibrio y nuestra serenidad, hay que permanecer despierto y tomar las decisiones pertinentes. Lo explica el siempre genial Antonio Machado: "Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar".

De todos modos, no está de más siempre desear que todos esos sueños que tenemos se cumplan y se disfruten. Y que también el sueño maravilloso de disfrutar de un gran año nuevo que acaba de comenzar como es este 2023, se haga realidad. Que así sea, queridos lectores, queridos amigos. Feliz año.


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Comentarios

  1. Tan tonto es darles demasiada importancia como ninguna; los sueños son nuestra manera de sobrevivir a la realidad.

    Un abrazo y feliz año.

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