Lotería de Navidad. Poema del abuelo.
Lotería de Navidad
Le recuerdo ese día,
todos los años que pude verlo,
sentado a primera hora
en la mesa camilla, ya jubilado,
atento delante de la televisión,
con su café con leche y sus magdalenas
y su puro siempre encendido en los labios,
apuntando los números de los premios
en el reverso de las facturas de la luz ya pagadas
y en los espacios libres de folletos publicitarios.
Mientras oía levantarse en la otra habitación a mi abuela,
anhelaba escuchar que los niños cantasen sus boletos
que con tanta ilusión había comprado
para ayudar a su familia tan necesitada.
Él siempre estaba ayudando,
y á él nunca le ayudaron.
Fue un alma que rescató de inquietantes pesadillas
a muchas personas
y luego nadie se acordó de él.
Jamás le vi quejarse.
Jamás le escuché hablar mal de otra persona,
porque nadie lo merece
y era de mala educación, así decía.
que con tanta ilusión había comprado
para ayudar a su familia tan necesitada.
Él siempre estaba ayudando,
y á él nunca le ayudaron.
Fue un alma que rescató de inquietantes pesadillas
a muchas personas
y luego nadie se acordó de él.
Jamás le vi quejarse.
Jamás le escuché hablar mal de otra persona,
porque nadie lo merece
y era de mala educación, así decía.
Mi abuelo era un ser de otro tiempo.
O quizá de ningún tiempo,
porque las buenas personas
están por encima de él.
O quizá de ningún tiempo,
porque las buenas personas
están por encima de él.
Ningún año le tocó la lotería.
Siempre se levantaba al acabar el sorteo, y resignado, apagaba el televisor.
"Otro año será", aseguraba, mientras mi abuela
le recriminaba que se hubiese gastado tanto dinero.
"No te preocupes, otro año será", respondía.
Y otro año será, abuelo,
en el que vuelva a pensar en ti,
cuando al inicio de estas fiestas,
el sorteo empiece
y el cántico de los niños de San Ildefonso
me haga recordar
que sabías estar en la vida,
y que necesito que sigas enseñándome
porque no sé cómo hacerlo.
en el que vuelva a pensar en ti,
cuando al inicio de estas fiestas,
el sorteo empiece
y el cántico de los niños de San Ildefonso
me haga recordar
que sabías estar en la vida,
y que necesito que sigas enseñándome
porque no sé cómo hacerlo.
¿Dónde estarás ahora, abuelo, apuntando tus números?
Cada año la lotería no se acuerda de mí,
como tampoco se acordaba de él,
y fuera siempre sigue haciendo frío.
Fuera siempre sigue haciendo frío.
Un olor, una canción o un alimento nos recuerdan a los seres queridos que ya no están con nosotros. El recuerdo de tu abuelo es la verdadera lotería.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es verdad, José Antonio. Un recuerdo inolvidable vale más que cualquier otra cosa. Pasa unas bonita Navidad con toda tu maravillosa familia. Un fuerte abrazo.
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