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Dos Poemas de Infancia ("La Luna" y "Pedir Perdón")

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               Dos Poemas de Infancia                              Por Jorge Alonso Curie l   La Luna Me sentía diferente. Sabía con mucha inquietud que me sentía diferente. Y temía que no hubiera una manera de cambiarlo. Pasó un poco de tiempo, y las circunstancias me dieron la razón.  Mientras mis compañeros se enamoraban platónicamente de chicas más mayores e inalcanzables  y no hacían nada porque sabían  que iba a resultar en vano, yo, mientras, corría detrás de ellas como un loco intentando atrapar la luna. Pedir perdón   Sus padres no entendían  que con 14 años, en esas tardes tristes de invierno, mientras la oscuridad llegaba lentamente, se dedicara a escuchar en el salón mirando por el ventanal de ese noveno piso la música de Chopin. Para ellos no era normal. Llegaban a casa y le encontraban de esta manera, ensimismado, abstraído, y no sabían lo que pensar, ni tampoco encontraban nunca las palabras precisas  con las que dirigirse a él. Aquel chico no era como los otros, y estab

"Cristales". Poema de lluvia y mujeres.

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  Cristales ¿Qué miran –y qué buscan–  las mujeres que en las noches lluviosas, tras las ventanas de sus apartamentos, acompañadas del humo de un cigarrillo, tienen la mirada perdida y ausente en las calles ? ¿Qué miran, qué buscan,  esas mujeres sentadas  tras las cristaleras de las cafeterías mientras la lluvia no cesa y el café ya se ha quedado frío? ¿Qué es lo que quieren, qué es lo que intentan encontrar, las mujeres que miran sin descanso detrás de las ventanillas de sus coches mientras la lluvia lo inunda todo? ¿Qué habrá,  qué es lo que se encuentra  detrás de los  cristales? Por Jorge Alonso Curiel  

Lotería de Navidad. Poema del abuelo.

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  Lotería de Navidad Le recuerdo ese día, todos los años que pude verlo, sentado a primera hora en la mesa camilla, ya jubilado, atento delante de la televisión, con su café con leche y sus magdalenas y su puro siempre encendido en los labios, apuntando los números de los premios en el reverso de las facturas de la luz ya pagadas y en los espacios libres de folletos publicitarios.  Mientras oía levantarse en la otra habitación a mi abuela, anhelaba escuchar que los niños cantasen sus boletos que con tanta ilusión había comprado para ayudar a su familia tan necesitada. Él siempre estaba ayudando, y á él nunca le ayudaron. Fue un alma que rescató de inquietantes pesadillas  a muchas personas y luego nadie se acordó de él. Jamás le vi quejarse.  Jamás le escuché hablar mal de otra persona, porque nadie lo merece y era de mala educación, así decía.  Mi abuelo era un ser de otro tiempo. O quizá de ningún tiempo, porque las buenas personas están por encima de él. Ningún año le tocó la loterí