IMPOSIBILIDAD DE CAMUFLAJE: Mbappé y los Hombres que sabían demasiado
IMPOSIBILIDAD DE CAMUFLAJE
Mbappé y los Hombres que sabían demasiado
Lo que ha ocurrido con Kylian Mbappé es como aquello que me sucedió a mí hace años. Y no fue que el Madrid quería ficharme, no. Corría el año 94, acababa de entrar en la universidad. Facultad de Derecho. Una carrera que después dejaría por Lengua y Literatura española. Y qué bien que hice. El Derecho es para quienes se encuentran felices conociendo y divagando sobre la ley, o para aquellos que quieran trabajar en cualquiera de sus estamentos. Aquel no era mi sitio, pronto lo entendí: un anarquista-liberal-burgués como yo -definición copiada de Luis García Berlanga-, al que solo le interesaba el arte, los sentimientos y muy poco los juzgados y el frío espíritu de las ordenanzas legales, no tenía nada que hacer allí.
Pero a lo que iba. Decía que era mi primer año de facultad, en el que pasé más tiempo en la biblioteca leyendo y en aquella inmensa cafetería de la Facultad de Valladolid, y me hice amigo de muchas y muchos de mis compañeros de clase y de otras clases. Tomamos cientos de cafés y muchas cervezas, y también salíamos por la ciudad los fines de semana. Había una chica de mi clase que me gustaba, que me quitaba el hipo, una rubia teñida de pelo largo y ojos azules con la que hablaba todo el tiempo que podía y de la que no recuerdo ahora su nombre por más que intento hacer memoria. Ella me contaba que, al terminar la carrera, quería hacer oposiciones para abogada del estado, y yo le confesaba que quería ser escritor. Todos nuestros compañeros decían que se nos veía muy compenetrados. Pero no me atrevía nunca a pedirle que fuéramos novios; saltar al ruedo y declararme. Tenía miedo. Lo tenía a lo embarazoso de la situación, al posible rechazo o a la risotada.
No sabía si le gustaba. No lograba verlo. Por eso les pedí a dos de mis compañeros, con los que tenía más confianza, que hablasen con ella y que sondearan el terreno. Y me hicieron el favor. Tras sus "operaciones" me aseguraron que a ella no le importaría salir conmigo, que le gustaba, y que no fuera vergonzoso. "Venga, hombre, el éxito es para los valientes".
Al saber esto, mi temor disminuyó, aunque no acababa de decidirme. Según ellos, tenía todo de cara; sin embargo, yo no estaba del todo seguro, la intuición me decía que el asunto no estaba tan claro. Que algo no terminaba de casar.
Pero acallé mi voz interior, y decidí que una tarde de viernes, tras las clases, se lo iba a decir en un momento que viera oportuno. El grupo nos fuimos a varios bares de la ciudad, y tras un par de horas, en un momento en el que ella se levantó de la mesa para ir al servicio, le agarré del brazo y me declaré.
Ella me miró a los ojos con dulzura, y me informó de que en una media hora había quedado con su nuevo novio, un vecino suyo que le gustaba una barbaridad y que por fin él se había atrevido a pedirle salir. "¿Entonces no te gusto?", le pregunté. "Eres un maravilloso amigo, y no quiero perderte. Prométeme que no te distanciarás", me contestó. "No -dije-. Intentaré seguir como siempre".
Luego fue ella quien se distanció. Quien pareció olvidarnos a todos pasando casi todo su tiempo con su novio y sus nuevas amistades. Al año siguiente me cambié de carrera, y aunque asistía a clases en el mismo edificio de la vallisoletana plaza de la Universidad, apenas coincidí un par de veces con su melena rubia, e incluso dejé de ver paulatinamente a todos mis compañeros de Derecho. La vida es así. Un movimiento perpetuo en el que las personas desaparecen de tu vida y otras van entrando. La vita é cosí.
Pero decía que lo de Mbappé es como aquello que me ocurrió. Y seguramente le habrá pasado a muchas otras personas. La gente que tienes alrededor asegurando una cosa, y luego no es como te decían. La vita é cosí.
¿Mis compañeros hicieron el ridículo? Probablemente. Fallaron. Pero todos fallamos. Y así lo ha hecho durante toda esta temporada la prensa deportiva española con el caso Mbappé. Todos los medios aseguraban que el fichaje estaba cerrado, que la joven estrella francesa, el futbolista de moda, el pelotero sobrenatural que va a reinar en los próximos años, había cerrado un acuerdo con Florentino Pérez y que vestiría de blanco la próxima temporada. No había dudas. Se daba por sentado, y el chico lo confirmaría tras la final de la Champions League del sábado 28 de mayo que disputará el Madrid con el Liverpool.
No ha sido así. La decepción ha sido de órdago y los informadores españoles han quedado en ridículo. Batacazo histórico para el club blanco, para sus aficionados y para los periodistas. Es necesaria una reflexión entre los medios de comunicación. Como aquella que hice tras sucederme aquello: no creer nunca del todo lo que opinan los demás, no fiarme, y llevar mis asuntos yo mismo con valentía, haciendo caso incluso de mi intuición y leyendo las señales que me llegan, porque nadie debe hacer tus cosas, y nadie mejor que uno conoce lo que le concierne.
Afirmar sin tener certezas, dar noticias sin una base totalmente sólida no es periodismo. Son voces de ecos que se escuchan en la lejanía. Uno va aprendiendo. En el amor, aquello no me volvió a suceder. Aunque en otros terrenos, tengo que confesar que a veces he seguido haciendo el ridículo.
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