Te echo de menos, Carletto
Te echo de menos, Carletto
"Mis jugadores son mis amigos". Esto aseguraba Carlo Ancelotti hasta la temporada pasada en la que estuvo como entrenador en el Real Madrid, y mira que es difícil conseguir que los jugadores sean amigos de su entrenador, o al menos que algunos lo sean. Parece que ese es el secreto de este hombre que, allá por donde pasa, solo deja buen recuerdo y muchos amigos, y además algunos títulos para el club.
Carletto era y es una bendición, y ahora, sin él, tan lejano, entrenando a la selección brasileña, se le echa mucho de menos, y más cuando el Madrid de Xabi Alonso no acaba de brillar ni convencer a los aficionados. El italiano pertenece a esa clase de personas que, cuando entran en un cuarto, la paz que llevan dentro conquista todos los rincones, y enseguida nace en los demás la confianza en ellas. Es un tío cercano, bonachón, sosegado, que mira a los ojos, que actúa con naturalidad y trata a los demás con respeto, y que ha entendido que estamos en la vida para disfrutarla y no hacer daño a nadie. Él hace la vida fácil a quienes están cerca. Es el vecino del quinto con barriguita que da gusto encontrarse en el portal o que te espera con la puerta abierta del ascensor. Es el familiar al que se desea ver. El amigo al que todos quieren y nunca olvidan y echan de menos. De las personas como Carletto se aprende a vivir.
Fue un grandísimo jugador en el Calcio italiano, un mediocentro de categoría, en equipos como la Roma o el Milán, y hasta en la Selección Italiana (jugó dos mundiales, el de México 86 y el de Italia 90). Fue uno de los fijos en aquel mítico Milán de Sacchi de finales de los 80, y uno de los que anotó uno de los goles en aquella noche en San Siro de infausto recuerdo para los madridistas, en la que en el partido de vuelta de la semifinal de la Copa de Europa, el equipo italiano endosó un 5-0 a los merengues que aún sigue escociendo en la Casa Blanca. Como entrenador lo ha conseguido todo: Champions con el Milán y el Real Madrid, campeonatos de liga en las cinco europeas más competitivas.
El Factor humano
Carletto sabe que lo más importante y decisivo es el factor humano. Cuidar a los demás. Que se sientan comprendidos, cómodos, seguros, y entonces darán todo lo que tienen dentro; lo mejor de sí mismos. También sabe que el humor es importante. Que la exigencia no está reñida con el buen trato y el pasarlo bien. Es el padre que hace ver a sus hijos que confía en ellos, que les trata como a personas adultas, y así los hijos se vuelven responsables. Ojalá todos los entrenadores fueran como Carletto, y también todos los padres. Y ojalá hubiera muchas más personas así en el mundo como él que no se dejaran llevar por rencores ni venganzas, ni crean guerras ni conflictos; y si se ve envuelto en uno de ellos, intenta apaciguar los ánimos con las palabras convenientes. Ancelotti sabe que la violencia no gana títulos y que lo único que hace es destrozar vidas.
Una vez tuve la suerte de conocer a alguien así y nunca lo olvidaré. Se llamaba Raimundo, estaba cerca de los sesenta años, y era locutor de radio. Gran amigo de mis padres, permanecía soltero, era un gran experto en ciclismo y tenía el cariño de todo aquel que le conocía. Una vez me regaló un traje de ciclista que aún conservo. Cada palabra de su boca parecía surgir de una fuente limpia y pura en una tarde luminosa de verano. Una tarde me dijo que lo único que había que ser en la vida era ser buen amigo y ayudar a los demás a encontrar su propio camino y su sosiego. Siendo niño como era, aquellas palabras no me parecieron relevantes. Pero ahora, pasados los años, lo son, y mucho.
Por eso el bueno de Carlo ha quedado y quedará en el corazón de todos los madridistas no solo por sus éxitos deportivos, sino por su bondad, cercanía y su saber estar. Por ello, también el presidente Florentino Pérez volvió a ficharlo en 2021 tras su paso por el club en las temporadas 2013-2014 y 2014-2015, cuando regresar a entrenar a un equipo como el Madrid es muy improbable; solo unos pocos elegidos lo han logrado. Y cuando los jugadores se enteraron, se alegraron mucho, una barbaridad.
Decía Borg, el gran tenista sueco, que a uno le van a recordar, más que por los títulos, por cómo se ha comportado en el terreno de juego y en su carrera deportiva. Y él consiguió en Madrid algo tan inaudito como ser amigo de sus jugadores, y para siempre también de una afición. Yo te echo de menos, Carlo. Que lo sepas.


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