“Frankenstein”, de Guillermo del Toro: La adaptación más fiel, bella y conmovedora de la novela de Mary Shelley



“Frankenstein”, de Guillermo del Toro: La adaptación más fiel, bella y conmovedora de la novela de Mary Shelley 


El cineasta mexicano lleva a la pantalla su proyecto más deseado en una adaptación personal de este mito que se centra más en el drama que en el terror, y en la que logra una verdadera proeza estética 

 

El cine nació como espectáculo a finales del siglo XIX, en 1895, y a partir de ahí ha logrado convertirse en todo un arte que se ha alimentado del resto de expresiones artísticas, logrando, en su corta existencia, cotas insuperables de entretenimiento, reflexión, emoción y belleza, por lo que se convirtió en el gran arte del siglo XX y lo sigue siendo en este siglo XXI. Hay muchos géneros y tipos de historias, pero hoy quiero centrarme en las maravillosas superproducciones que la industria ha ofrecido al público en todos estos años, en los auténticos espectáculos comerciales rebosantes de medios, cuidado y calidad que se revelan como experiencias inolvidables para unos espectadores arrebatados por el poder de sus imágenes, y todos los cinéfilos podemos poner muchos ejemplos de ello. 

Una mirada compasiva llena de humanidad 

Dentro de este cine de gran presupuesto, aunque no puede definirse como un blockbuster tradicional en el que destacan solo la acción y los efectos digitales, Guillermo del Toro (Guadalajara, Jalisco, 1964) ha realizado una maravillosa superproducción de autor en la que adapta de manera más fiel que anteriores versiones la inmortal novela de Mary Shelley, en un proyecto que llevaba preparando desde el año 2007, y en el que concede más valor al drama emocional y al conflicto interno del protagonista que al terror que la historia posee. 

Pero con esto no se quiere decir que no sea una inquietante película de terror, porque también lo es, sin duda, pero del Toro se ha centrado, y lo logra con mucho acierto, en mostrar el sufrimiento de este monstruo tan humano y dulce creado en un laboratorio, tratando asuntos tan importantes y esenciales como la búsqueda de identidad, el peso insoportable de la soledad, el rechazo y la incomprensión por ser diferente, la necesidad de pertenencia, el vacío existencial, la búsqueda del amor y de compañía o sobre la relación conflictiva con el padre, en un personaje que nos recuerda, en cierta medida, al de su oscarizada película de 2017 La Forma del agua.

 

Oscar Isaac como Víctor Frankenstein


Así, su Frankenstein resulta una película altamente conmovedora, llena de pura emoción y buenos sentimientos, un canto empático hacia los diferentes, una fábula gótica llena de poesía, estilo, comprensión y compasión que seduce y convence y que logra convertirse en la gran adaptación, por el momento, del atractivo mito de Frankenstein. Una película de compleja y colosal producción que ya es una de las mejores obras del cineasta mexicano, y además con interpretaciones brillantes de Oscar Isaac como Víctor Frankestein, el genio y obsesivo creador del monstruo, de Jacob Elordi como la criatura, de Mia Goth o Chistoph Waltz, en un personaje secundario a los que nos tiene acostumbrados y que nadie puede encarnar mejor que él. 

Toda una experiencia estética 

Pero mucha culpa de la grandeza de este filme, y que merece mención aparte, es la soberbia y deslumbrante estética con la que está realizado y que posee el sello reconocible de este cineasta. La cinta es una proeza estética, un ejercicio sobresaliente de potencia visual repleta de belleza romántica y decadente y que logra una gran fisicidad. La ambientación y la atmósfera creadas, basadas en ilustraciones de Berni Wrightson, son perfectas, con una dirección de fotografía magistral a cargo de Dan Laustsen y una banda sonora, compuesta por Alexande Desplat, que acompaña y refleja la tragedia de este insólito como perdido personaje que personifica a muchos otros seres humanos. Visualmente, la película es una obra insuperable preñada de matices para una narración de la que el director sabe sacar todo su lirismo y humanidad.  


Un momento del rodaje de Frankenstein, de Guillermo del Toro


Como datos curiosos, Jacob Elordi, que encarna a Frankestein, este ser tan sensible y tierno, pero atacado e incomprendido por la bestia o el hombre elefante que representa, practicó canto de garganta tibetano para lograr esa voz que parece sacada de una pesadilla, también entrenó butoh, danza japonesa que explora el dolor y la muerte, y además tuvo que soportar siete horas al día de maquillaje para rodar los planos de cada jornada. 

De coproducción mexicana y norteamericana, con guion escrito por el propio del Toro, su prestreno tuvo lugar en el pasado Festival de Venecia y llegó a Netflix el pasado 7 de noviembre tras estrenarse en las salas el 24 de octubre. 

No se pueden perder este magistral relato que tiene mucho de cuento clásico y también de cinta de animación. Tan impactante como delicado, tan apabullantemente bello, en todos los aspectos, que perdura en la memoria como uno de los grandes espectáculos que el cine ha creado recientemente. Una película, en definitiva, que apetece disfrutar más de una vez por el poder de sus imágenes, por la profunda sensibilidad que contiene la historia y los personajes y por su claro mensaje de comprensión y compasión para con los desamparados.

  



Artículo también publicado en el diario digital hoylunes.com:

   

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