Breve anécdota sobre el poder de los libros
Pero tenían un problema. Al bebé le costaba dormir por las noches, y no había ni una sola que los padres pudieran descansar aunque fuera solo un rato.
Una noche mi primo, ya desesperado, lo cogió en brazos y se puso a dar vueltas por la casa, y esa noche -cosa que no había hecho hasta ahora- entró en su despacho repleto de libros, ya que es un lector voraz, y se sentó en su sillón.
Y tras unos pocos minutos sucedió lo que no esperaba. Mi primo comprobó cómo el bebé se fue calmando y poco después se durmió como un bendito.
No se lo podía creer.
Unos minutos más tarde, feliz y aliviado, se levantó muy despacio para no despertarle y salió del despacho para acostarlo en la cuna que tenía la pareja en su dormitorio. Pero fue entrar en él, y aún sin dejarlo en la cuna, el niño comenzó a llorar de nuevo.
Desesperado, mi primo volvió a dar vueltas por la casa, hasta que regresó a sentarse al sillón de su despacho.
Y ocurrió lo mismo que antes. Parecía que solo allí, rodeado de libros, el bebé parecía tranquilizarse. Y volvió a probar: al salir del despacho regresaba el llanto y la agitación. Así que a partir de esa noche, el bebé estaría en la biblioteca, y hasta colocaron allí la cuna.
Nunca más pasaron una mala noche.
Comprobaron que donde hay libros, hay caricias. Que donde hay libros, reside la armonía. Que donde viven los libros siempre fluye un río de calor y entendimiento.
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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEspero que quienes tienen bebés llorones (pero ningún libro) no vayan a casa de tu primo a dormir al niño en su biblioteca.
ResponderEliminarUn abrazo.