Madrugada de radio (escritores por las ondas)
Anoche, en la oscuridad, mientras llegaba el rumor apacible de la lluvia por la ventana abierta, escuché en la radio, en un espacio de literatura, algo que hizo más agradable la madrugada. Una correctora profesional contaba una experiencia que había tenido hacía unas semanas con un joven autor. El chico le había mandado su primera obra, una novela larga de casi 800 páginas escrita durante más de cinco años, para que la hiciera una corrección ortográfica y de estilo. Muy pronto ella se enganchó a esa historia que mezclaba distintos géneros, y que sorprendentemente era demasiado madura para ser una primera obra. Le dijo al chico que apenas le había corregido unas pocas cosas, que no hacía falta más. Lo que le recalcó es que debía intentar publicarla cuanto antes porque su novela era maravillosa, y además con mucha salida comercial; los lectores tenían que tener la suerte de disfrutar de ella. Pero lo que le contestó el chico la sorprendió, no lo esperaba. El joven no tenía ninguna intención de enviar a ninguna editorial su novela que tanto trabajo y dedicación le había costado, y que solamente se la había enviado a ella para que le corrigiera los errores. Solo eso. Después la guardería en el cajón, y se pondría a escribir otra novela sin otra intención que esa: escribir, desarrollar su vocación, porque para él el viaje es el camino, lo más importante es su forma de vida sin querer conseguir nada a cambio...
Qué lección de vida. Qué pureza deslumbrante. Tener una vocación es esto; lo más importante es poder llevarla a cabo. Si uno es escritor, va a escribir ocurra lo que ocurra.
Fuera, la lluvia seguía cayendo. Aquella historia hizo más agradable la pasada madrugada.
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