Ritos y escritores



                                   Por Jorge Alonso Curiel

No es de extrañar, y lo entiendo, que las personas piensen que los escritores -o los artistas en general sean raros, gente extraña y excéntrica. Si nos atenemos a la manera en la que realizan su oficio, nos llevamos muchas sorpresas, ya que más parece un ritual que otra cosa. 

No voy a dar nombres propios de escritores, pero voy a poner ejemplos. Como aquel que solo puede escribir de pie, sobre un mueble bar, y cubierto por una capucha, y así durante algunas horas. O como aquel que se encerraba tres días seguidos en la oscuridad más absoluta de su habitación, ayudado de drogas, ocultando las ventanas con maderas para que no transpasase ni el más mínimo rayo de luz. O como aquel otro que únicamente puede escribir solo con máquina eléctrica de la que le es muy difícil conseguir recambios de tinta. O como el que solo puede hacerlo en su despacho y le es imposible hacerlo fuera de allí; o aquel que le pasa lo contrario, y en su casa no puede trabajar; o hasta aquel que únicamente lo puede hacer en los bares. También tenemos el caso de escritores que no pueden hacerlo de otra manera que no sea con el bullicio de su familia y de sus amigos y vecinos porque en soledad no le llega la inspiración. Y el último ejemplo: ese escritor actual que no puede escribir de otra manera que no sea recién levantado, sin cambiarse de ropa, con legañas y sin lavarse los dientes, sin tomar más que un poco de agua y un caramelo de regaliz, y que se sienta así en su escritorio...

¿Todo esto son ritos, supersticiones? Quién sabe. En mi caso, y después de sufrir algunas manías quizá inconfesables, he llegado en este tema a un punto de menor excentricidad.

Comentarios

  1. Son raros, como nosotros que vemos a los demás según las pulgas que tenemos en la cama; con ese metro medimos a los demás. Un gran escritor argentino escribía por las noches porque de día plantaba olivos para todos en Belén, la tierra de Catamarca. En el pueblo se veía la luz prendida de su rancho en el silencio nocturno y se murmuraba que era brujo, gestor de siniestras hechicerías.

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    1. Muchas veces he pensado que los escritores llevamos una doble vida, una vida en secreto, que los demás no comprenden y por eso se nos puede llamar brujos, hechiceros. Qué se le va a hacer. Continuaremos con nuestra vida excéntrica. Gracias por tu comentario tan interesante, Alberto. Un abrazo.

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