Crítica de “Bolero”, de Anne Fontaine: La gestación de una obra magistral
Filmin estrena este drama biográfico francés que muestra las dificultades creativas que sufrió Maurice Ravel a la hora de crear su obra inmortal
Asegura la directora luxemburguesa Anne Fontaine (1959) que Bolero no es una película biográfica, un biopic al uso, porque se trata de un filme “sobre cómo una obra tan magistral lo hizo alguien que ya no estaba inspirado”. Y es cierto que uno de los temas principales de este drama biográfico, que muestra la gestación de una de las cumbres musicales de la historia, es la reflexión sobre el bloqueo creativo, el misterio de la inspiración y la creación en el artista, el atormentado y perturbador estado en el que reside el autor cuando las ideas no fluyen y todo lo que realiza para salir de ese mar de crisis obsesiva y brutal, de esa sequía indeseada.
Así lo vivió el compositor francés Maurice Ravel (1875-1937) al recibir, en 1927, en un París en plena ebullición cultural, siendo ya un compositor y maestro de la orquestación reconocido en todo el mundo, el encargo de la bailarina rusa Ida Rubinstein de escribir la música de su próxima coreografía. “Lo interesante aquí es ver cómo los sonidos de la vida diaria, todos los sonidos repetitivos que son iguales, como una gota de agua, consiguen desbloquear la mente creativa de Ravel”, asegura la directora, y que plasma con acierto en esta cinta que es el viaje íntimo y humano de una esencial y larga travesía hacia luz.
Bolero muestra al espectador con claridad y minuciosidad todo este proceso, incluyendo la idea inicial de Ravel que no era otra que orquestar algunas obras de Isaac Albéniz, pero problemas con derechos de autor le condujeron a crear una nueva pieza que se convertiría en un auténtico fenómeno cultural que ha sido versionada sin descanso, a partir de un solo tema melódico de ritmo invariable, in crescendo, con variación progresivo de timbres, y que ciertos historiadores han visto en ella el posible reflejo de los trastornos neurológicos –un tipo de Alzheimer– que el músico comenzó a padecer al comenzar a componerla.
Bolero se muestra como una producción necesaria, que tarde o temprano debía hacerse, sobre uno de los acontecimientos musicales de la historia de la música no solo del siglo XX, y sobre uno de los genios de este arte maravilloso e insustituible, y que, aunque parezca increíble, también tuvo detractores en su época que criticaban la demasiada emocionalidad que reflejaba su obra.
Con un guion cuidado y medido escrito por la propia directora, estructurado con una repetición hipnótica sobre la tensión de la anterior secuencia, al igual que la composición de Ravel, la película es un drama biográfico dirigido con solvencia, con una estupenda dirección artística, que posee una maravillosa banda sonora, pero que en sus 120 minutos no consigue el brillo ni la profundidad esperadas, quizá debido al demasiado respeto de la directora por el compositor; aunque logra, dentro de su cierta frialdad y academicismo, su intención de espejo didáctico sobre la compleja creación de esta fascinante composición, para entender la complicada y sensible personalidad de este músico que además tenía dificultades para las relaciones personales y sentimentales –también plasmadas en la película– e interpretado por Personnaz con acierto (es de lo mejor de al película), y en el retrato de una época tan rica y esplendorosa culturalmente como llena de libertad, lejana a la controladora y desazonadora moralidad actual, en la que, por ejemplo, la mujer tenía un claro protagonismo.
Estrenada este viernes 13 de junio en exclusiva en España en la plataforma digital Filmin, en su décimo noveno largometraje, la directora (conocida por filmes como La Chica de Mónaco, Limpieza en seco o Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel) logra un quizá demasiado correcto homenaje a Maurice Ravel y a su bolero inmortal, en el que combinó música española popular, jazz y la experimentación con nuevas armonías; y que, curiosamente, aunque esto se repite en muchos artistas que han pasado a la historia con alguna de sus creaciones, era la pieza que menos le gustaba de todas las que compuso.
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La directora Anne Fontaine |
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