El Argumento perdido de un relato

 

YA SE SABE QUE es muy recomendable anotar en la libreta que se tiene en la mesilla de noche todas aquellas ideas o argumentos que aparecen antes de quedarse dormido porque al día siguiente, al despertar, uno no se acuerda de ello, se esfuman como se esfuman los años. Por ese motivo, suelo apuntarlo todo, y por la mañana lo encuentro en las hojas, y es una auténtica alegría. 

Pero hace seis noches, inexplicablemente, no lo hice, y desde entonces busco en la niebla de la memoria ese argumento para un relato (porque creo que era para un relato breve, aunque no lo puedo asegurar), como en una expedición en medio de la selva en la que no acabo de encontrar ese rayo de luz entre la espesura. Qué misterio es nuestro cerebro. El asunto es que tengo la sensación de que aquella idea valía mucho la pena, y no pararé hasta que logre recordarla, cosa que sé que resultará muy difícil. 

Alguna ocasión, y ya está tratado en alguna novela, he pensado en lo necesario que sería que pudiéramos recordar cada segundo de lo vivido con total nitidez, que fuéramos capaces de recordar absolutamente todo, cualquier hecho o gesto, hasta las cosas más triviales, como un robot o una Inteligencia Artificial, como aquella frase que te dijo un amigo un día de otoño de hace 23 años en una discoteca, y en la que solamente te informaba de que se iba a acercar a la barra a pedir otra copa. Ya sé que sería demasiada información y que quizá no la podríamos soportar, sobre todo para los asuntos traumáticos, pero tendríamos un archivo fiel y veraz de todo lo ocurrido y no inventaríamos el pasado como muchas veces sucede. El pasado existe según lo recordamos, o como creemos recordarlo, no como realmente fue, y eso también es otro misterio de nuestra condición que no hace otra cosa que protegerse e intentar olvidar lo que nos daña. 

Pero yo solo quiero recordar, en este caso, aquel argumento de esa noche que se esfumó como la sonrisa en tiempos de penuria; ese argumento, esa idea maravillosa que sé que no iba a hacerme ningún daño.