IMPOSIBILIDAD DE CAMUFLAJE. "Que se guarden las explicaciones". Sobre la cansada necesidad de explicar el enamoramiento
IMPOSIBILIDAD DE CAMUFLAJE
Que se guarden las explicaciones
Por Jorge Alonso Curiel
Vivimos en la era de los análisis, de escrutar cada asunto por mínimo que sea, y sacar razones, motivos, causas y consecuencias de todo lo que sucede y hasta de lo que no sucede. Ahí tenemos las tertulias televisivas y radiofónicas que intentan analizar y hacernos entender todo lo que acontece, y en muchos casos crean más dispersión y desconocimiento que otra cosa. Tenemos estudios universitarios sobre los temas más nimios y vulgares; aunque también los hay interesantes y necesarios; no se puede ocultar. También estudios de empresas sobre los más diversos temas y cuyo fin son comerciales y de consumo. Es el tiempo de la valoración, del análisis absolutamente meticuloso de cada hecho, de cada acontecimiento, de cada emoción, y todo esto hace que la razón y el positivismo acaparen nuestras vidas.
De esta manera, nos abruma la sobreinformación. De cualquier tema tenemos en Internet, en los periódicos, en revistas, en la televisión, en los miles de libros que se publican al año, material suficiente como para fatigarnos de por vida.
Así, en muchas ocasiones, se consigue así acabar con la magia, con el misterio inexplicable, que tienen algunos asuntos de importancia, como, por ejemplo, la atracción y el enamoramiento entre dos personas.
De vez en cuando, nos asalta, en uno de esos medios, un nuevo estudio de una universidad de prestigio, un análisis o experimento hecho de forma concienzuda y extremadamente técnica, sobre cómo y por qué a dos personas les da por saltarles chispas y ya no poder vivir el uno sin el otro. Es decir, por qué se crean unas corrientes eléctricas tan bestiales que les acercan al otro, para bien o para mal.
Hay cientos de intentos de explicarlo. Desde que elegimos a nuestra pareja porque se parece físicamente a nosotros; o porque es totalmente diferente y nos atraen los opuestos; o porque reconocemos enseguida en esa persona nuestras mismas debilidades o nuestros valores; o hasta que nos atraemos porque nuestros signos zodiacales son compatibles; o porque, debido al olfato, reconocemos a quien nos gusta y a quien no, es decir, por razones químicas que se nos escapan y, por lo tanto, no podemos hacer nada contra ellas y estamos destinados a ese ser de manera irremediable...
Cupido no nos ha abandonado
No sé. Todo esto puede tener su razón y su verdad; de cualquier asunto hay que sacar lo provechoso y lo positivo, eso siempre; es lo aconsejable. Pero no sé. Sobre el tema del amor y del enamoramiento creo que no se debería reflexionar tanto porque nunca se encontrará la explicación definitiva, y los amantes no deberían razonar mucho sobre ello, ya que solo deben sentirlo, y vivir intensamente lo mágico y maravilloso que tiene encontrar a alguien arrebatador, y sentir, o al menos creerlo, que has hallado, por fin, ese compañero o compañera por el que dejarías todo y te irías al fin del mundo. Y no hacen falta explicaciones.
Hay que poner la razón en su sitio, y al sentimiento en el suyo. Prefiero pensar que Cupido existe, que sigue existiendo en estos tiempos tan asépticos y fríos. El amor siempre ha sido también el loco de la casa, como decía Santa Teresa de la imaginación, y está bien que siga siéndolo. Nadie realmente conoce las razones de dos personas para poder “morir” de amor; me gusta seguir pensando que existe y existirá algo que se nos escapa y que no comprendemos.
Somos un misterio; quiero seguir pensando así. Y Cupido es otro misterio. Porque además él era y es otro loco infantil que dispara las flechas de manera aleatoria, con una venda en los ojos. Afortunados somos de que el amor no dejará de ser nunca una locura, y no quiero pensar que llegue a convertirse en una ciencia (o que lo sea ya) que nos explique las causas del enamoramiento. Bendito amor. Bendita locura.
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