Pamela Anderson quería ser Bibliotecaria

 
El antes y el ahora de Pamela Anderson 


La publicación en Estados Unidos de la autobiografía Con amor, Pamela, y el estreno del documental Pamela: una historia de amor, de Netflix, descubren el mucho dolor y los secretos que se esconden tras esta mujer tan explosiva, dueña de una de las sonrisas más puras y bellas de la historia de la tele


                               Por Jorge Alonso Curiel                                                           

Pamela Anderson quería ser bibliotecaria. Desde pequeña. Y no es una broma. Era una joven con inquietudes intelectuales, a la que le sobraba sensibilidad, pero la vida la condujo a otros terrenos. La llevó a dedicarse a lo primero que encontró, y que no fue otra cosa que ser, recién cumplidos los veintidós años, portada de la revista Playboy y a levantar todo tipo de pasiones. Y de ahí a protagonizar una de las series con más éxito de la caja tonta, vestida solo con un bañador rojo fuego, en la piel de una vigilante de la playa que la hizo ser la chica más deseada del sistema solar y la actriz que facturaba más dólares de aquellos años 90.

Pero ¿por qué esta futura bibliotecaria cambió el rumbo de su vida? Esto lo cuenta en su autobiografía Con amor, Pamela, que acaba de aparecer en las librerías norteamericanas; y también en Pamela: una historia de amor, dirigido por Ryan White, el documental que Netflix ha estrenado para todos sus suscriptores. Y la razón no es baladí. Quería huir de un hogar, de la casa de sus padres, que era de todo menos un hogar, un acogedor refugio. Pamela ha tenido una vida, lejos de lo que se pudiera suponer, llena de amargura y dolor; casi una pesadilla a causa de los demás, de los otros, que como decía Sartre, sabemos que son el infierno. A pesar de ello, ahora, a sus 55 años, en su refugio de su cabaña en Canadá donde vive con sus padres y con sus dos hijos veinteañeros Dylan y Brandon, sigue sonriendo, aunque cierta amargura y tristeza hayan aparecido en la que fue una de las sonrisas más maravillosas de la televisión, y creyendo en la bondad que pueda existir en el mundo, en el poder salvador del arte y la cultura, aunque ya no en los hombres. Tras muchos fracasos y decepciones, lleva un año soltera y asegura que han sido los mejores 365 días de toda su vida. Y no es de extrañar. Para nada.

Y es que cualquier otra mujer, con todo lo que ella ha vivido, quizá ahora estaría hundida en el fango, traumatizada y desesperada, totalmente descreída, pero a ella le sobra fuerza y sabe que la vida es saber resistir, aguantar, aunque en algunos momentos la esperanza y los ánimos nos abandonen y hasta se tome la decisión de quitarse de en medio, como ya lo intentó aquella vez en la que se tragó un bote de pastillas con un poco de vodka, cuando su relación con su marido Tommy Lee, y en pleno éxito de Los Vigilantes de la Playa, le hacía vivir una infierno. Por suerte, aquel cóctel le hizo vomitar antes de meterse en la bañera.


Pamela Anderson en una de sus últimas apariciones. Foto Getty

La dura infancia y adolescencia de Pamela Anderson 

Pero todo empezó mucho antes, cuando era una niña. En su casa vivía un cuento de terror. Su madre, ama de casa y camarera, a diario le echaba la culpa de haberle roto la vida porque tuvo que casarse cuando era solo una adolescente al saber que estaba embarazada. Además, otros gestos crueles con la niña en la vida cotidiana no eran lo más conveniente para que Pamela sintiese que vivía en un verdadero hogar.   

Pero su padre tampoco era un ejemplo de buen padre. El tipo, jugador de póker, poeta y piloto de coches, era un alcohólico cruel y salvaje que pegaba y maltrataba a su mujer y traumatizaba a sus hijos. Anderson recuerda cómo ahogaba a sus gatos delante de ella. Muchas noches la madre montaba a la niña y al hermano de Pamela en el coche y huían sin rumbo; aunque después, desconsolados, volvían a casa. Todo un infierno.

Abusos sexuales 

Las cosas no acaban ahí. Pamela sufrió, además, en esa importante etapa de la vida, entre los 6 y los 10 años, los abusos sexuales por parte de la niñera que los cuidaba, y la niña nunca se atrevió a confesarlo a sus padres porque se sentía culpable, y porque creía que no le harían caso.  

Los abusos no desaparecerían de su vida. A los 12 años fue violada por un veinteañero al que nunca se pudo encontrar; y a los 14, un chico con el que tenía una relación, acompañado de seis amigos, la violaron una noche al salir de una fiesta. Así fueron sus primeras experiencias sexuales. Y el único refugio que tenía eran los libros y su propia imaginación. Los libros y esa inquietud por formarse y por crecer que nunca la han abandonado. 

¿Todo aquello la marcó convirtiéndola en una mujer vulnerable que la hizo tomar malas decisiones en su vida adulta? Sin duda hay alguna relación. Pero no en el terreno laboral, no puede quejarse: éxito en series y programas de televisión, algunos trabajos en cine (sin conseguir un éxito rotundo, eso sí), y hasta el año pasado debutó en Broadway, en el papel de Roxie del musical Chicago, consiguiendo elogios de la crítica y del respetable. Sus malas decisiones han sido otras: al elegir a los hombres con los que ha intentado formar una familia.

Pamela y los hombres

El ejemplo de amor tóxico de sus padres tuvo que ver cuando eligió al primero de ellos. Fue el archiconocido Tommy Lee, el alocado y problemático batería del grupo Mötley Crüe, con quien se casó en una playa mexicana en 1995 al cuarto día de conocerse. Su aspecto y su aura de chico malo, que le recordaba a su padre, la enamoró, y tuvieron un primer año de matrimonio maravilloso, hasta que ocurrió el famoso robo en su casa en el que se llevaron los vídeos caseros donde la pareja aparecía practicando sexo. A partir de ahí, las cosas cambiaron. El batería se volvió controlador, celoso, posesivo, y hasta entraba en cólera cuando ella tenía que rodar escenas con otros hombres. Incluso llegó a obligar a Pamela a llevar un busca en el bañador. Totalmente enfermizo.


Pamela Anderson y Tommy Lee 


El día que se intentó quitar la vida con ese frasco de somníferos fue después de un suceso que protagonizó (quién iba a ser) el bueno de Tommy. Enajenado, se montó en su coche y se estampó, en un descanso de un rodaje, contra el remolque en el que ella se vestía y descansaba. Después la montó en el coche y la llevó a casa, donde la encerró y se fue. Al día siguiente, en el hospital, la buena noticia es que, tras reponerse, le dijeron que estaba embarazada de su primer hijo. El segundo vendría un año más tarde.

Después vendrían cuatro bodas más, pero ninguna la hicieron feliz. Con ninguno volvería a experimentar el amor verdadero, ese flechazo instantáneo, que sintió con Tommy. Ni con el músico Kid Rock en 2006, ni con su amigo Rick Salomon en 2007, un jugador profesional de póker que se hizo célebre por protagonizar un vídeo sexual con la laboriosa Paris Hilton, y del que se separó tres meses después por la afición del muchacho al crack. Aunque en 2014 se volvieron a casar, y esta vez la pasión les duró seis meses, debido a que el jugador de póker se empezó a poner también algo celoso.

Siguieron el futbolista Adil Rami, que jugó en los equipos españoles del Sevilla y el Valencia, con el que se casó en Francia, y del que se distanció al descubrirle en los brazos de su exmujer; el productor de Hollywood Jon Peters que, en un SMS (qué poca clase), le anunció cinco días después de la boda que no estaba preparado para el matrimonio; y por último, y en su viaje a Canadá en 2020 para instalarse en la cabaña en la que reside, se lio con el contratista que le arregló la casa, porque era un hombre normal y eso era lo que deseaba, tras tanta vorágine. Sin embargo, el señor no era tan normal, y el tipo le pedía dinero constantemente y ella tenía que cocinar para toda su familia... Harta, Pamela le pagó para que desapareciese y no verlo nunca más.

La actual vida sosegada de Pamela Anderson

Así no es extraño que Pamela no quiera saber de los hombres. Ella solita se encuentra bien. No tuvo suerte al nacer en la familia que nació, ni al conocer a sus parejas. Detrás de ese cuerpo de infarto que sigue manteniendo a sus 55 añitos, se esconde aquella niña herida, una mujer desconsolada que lo único que ha deseado era formar un hogar feliz, con un compañero que la respetase. "Es difícil estar con alguien de quien todo el mundo quiere un trozo", ha declarado recientemente. "Tus parejas se sienten castrados y no tienen ese control sobre ti".


Pamela Anderson con sus dos hijos. Foto Getty

Ahora Pamela quiere estar tranquila y tratar de convivir con sus hijos y con sus padres (sí, también con sus padres), a los que se ha traído a su casa de Canadá. Quiere permanecer alejada de los focos, sin parar de leer libros de filosofía, psicología, parasicología y arte que tanto le han servido, valorando los trabajos que la ofrezcan sobre los escenarios o delante de una cámara, y pensando algunas veces con nostalgia en lo que hubiera sido su existencia si hubiese trabajado en una biblioteca. Su vida tiene similitudes con la de Marylin Monroe. Las dos tan sensibles y románticas, tan buena gente. Quizá las dos rubias explosivas más famosas y deseadas de todos los tiempos. Leer la autobiografía de Pamela Anderson recuerda de nuevo lo que decía aquel, que la vida no es más que una broma, una broma macabra.



Portada de la edición norteamericana de la autobiografía Love, Pamela

Cartel del documental Pamela: Una historia de amor



 


 

















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