De Cómo conocí a Maradona

 

Getty images. Christopher Koepsel


             Cómo Conocí a Maradona

                                       Por Jorge Alonso Curiel 

Os lo contaré. Corría el año 2002 y viajé a Barcelona para acompañar a uno de mis tíos a la Feria de Construcción que se celebra en la ciudad condal cada año. Acababa de cumplir los 26 años y no tenía empleo en aquellos días, y aproveché que mi tío no quería viajar solo y allí me fui con él.

Acepté encantado. Viajaba a gastos pagados, y durante cuatro días iba a conocer una ciudad que siempre quise visitar. Demasiado tiempo había tardado ya en viajar hasta allí.

Por suerte íbamos a estar alojados en un hotel de categoría, de cinco estrellas, que la empresa en la que él trabajaba iba a pagar. Y allí llegamos cansados del largo viaje en coche, y aparcamos en el parking del hotel y nos fuimos a la habitación a darnos una ducha.

Después bajamos al restaurante y cenamos estupendamente. Al acabar los postres, el amable camarero, antes de recoger los platos, nos entregó un sobre con dos entradas en el interior.

Es para asistir a la conferencia que mañana por la tarde dará Maradona en uno de los salones del hotel. Está organizada por un periódico deportivo de la ciudad. ¿No han visto los carteles en la recepción?

Yo había visto la cara de Maradona por allí, y los carteles anunciadores de algo, pero ni había leído lo que ponían.

Que lo disfruten –acabó el camarero, marchándose con los platos.
Abrí el sobre y comprobé con la entrada que el acto empezaba a las ocho de la tarde.

Pues nos dará tiempo. Estaremos todo el día en la Feria y regresaremos sobre las siete para que podamos asistir –dijo mi tío.

Sonreí, y le dije que iba a ser maravilloso poder ver en vivo al para muchos el mejor futbolista de la historia.

A la mañana siguiente nos levantamos pronto, y después de desayunar frugalmente en el hotel, nos fuimos a la Feria. Mi tío me dejó a mi aire mientras él hablaba con mil gentes, y yo paseé por allí, mirando todo aquello. Después del almuerzo, volvió a dejarme solo, y volví a vagabundear hasta que poco después ya me senté en un bar, y allí, aburrido y cansado, dejé pasar las dos horas que quedaban hasta las siete de la tarde y poder volver al hotel. Aquella Feria era muy aburrida y no me interesaba lo más mínimo.

A las siete volvimos veloces al hotel y nos duchamos y nos cambiamos de ropa. Eran las 7,45 y estábamos contentos porque llegábamos a tiempo para la conferencia.

Cerramos la puerta de la habitación y fuimos al ascensor. Apreté el botón y pronto llegó de pisos superiores. Y cuando las puertas se abrieron, el impacto fue brutal. Al abrirse, vimos que dentro estaba el mismo Diego Maradona acompañado de quien sería su secretario o manager. No pudimos pronunciar palabra y los ojos se nos salían de las órbitas. Hasta que el propio Maradona –que, por cierto, tenía bastante sobrepeso, aún no se había hecho la operación de estómago nos dijo con una amplia sonrisa: "¿Qué? ¿Bajan o suben?". Entonces reaccionamos y subimos. El manager reanudó su plática con El Pelusa y apretó al botón de la planta baja.

Vamos a su conferencia –dijo mi tío al astro argentino.

Será muy divertida –respondió el futbolista sin dejar de sonreír, interrumpiendo al mánager que nos miró con preocupación.

El Diego estaba allí a mi lado, bajando conmigo en un ascensor, y eso era algo que contaría a todos mis conocidos y a todo aquel que quisiera escucharme. Esto era muy grande. Y además el astro parecía muy amable y alegre.

Pero antes de llegar a la planta baja, sucedió algo que nunca podré olvidar. Tampoco a mi tío se le podrá borrar de su memoria.

A poco de llegar a nuestro destino el ascensor se paró en seco. No se fue la luz, pero aquello se quedó bloqueado y nos asustamos muchísimo.

El manager apretó todos los botones y comenzó a dar gritos de auxilio para salir de allí. Estábamos inquietos, pero quien no aguantó aquella situación fue Diego que, alegando que tenía claustrofobia, pareció entrar en pánico y comenzó a gritar obscenidades e insultos contra la dirección del hotel.

Desde fuera pronto intentaron tranquilizarnos, y nos pedían calma porque enseguida vendría un técnico que nos rescataría. Pero Diego no se calmaba y sintiendo puro terror, llegó a ponerse de rodillas y me agarró las piernas fuertemente al mismo tiempo que gritaba fuera de sí: "¡Hijos de puta, la puta que les parió!".

Afortunadamente, aquel encierro duró pocos minutos más y las puertas se abrieron. Entonces Diego se levantó del suelo soltando mis piernas, y salió de allí como un torbellino, totalmente fuera de sí, saliendo por su boca toda clase de insultos e improperios.

Y así de rabioso y encolerizado, fue destrozando todo lo que encontró a su paso en el vestíbulo: tiró al suelo jarrones, rompió mesas, pegó al director y a varios empleados del hotel, destrozó plantas, y más y más… hasta que salió del hotel seguido de su acongojado manager que no se atrevió en ningún momento a detenerlo.

Ya Diego no regresó y no hubo conferencia. Todo se había estropeado. Cuando regresamos a casa tres días después y se lo conté a todas mis amistades, nadie me creía. “Tuve a Maradona a mis pies, agarrado a mis piernas”, les decía orgulloso. Pero nadie me tomaba en serio. Qué tontos.

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