ESTA NOCHE PUDE SENTIRLO
Limpia, pura y renovadora es la sensación que nos embriaga y nos alimenta cuando contemplamos el amanecer en medio del campo o desde algún rincón apartado de la ciudad. No dejamos de sorprendernos ante el asombroso paso paulatino de las sombras hacia la luz, y cómo toda esa corriente que parece arrastrada por el agua más clara culmina en el nuevo día, en la derrota de las tinieblas. Pero hay un momento en ese camino, en esa transición perfecta, en el que el mundo se nos muestra con la pureza y el silencio más primigenios, con la desmemoria y perfección de un universo recién creado, donde el dolor y la herida del pasado aún no existen. Un momento que nos sacia de alivio, nos convierte en únicos, de vuelta al vientre materno, y todo está por empezar, y todo es esperanzador, sin la marca de la duda.
Así sucede también en el sueño. Cuando tenemos la fortuna y la dicha de sentirlo al salir de él como en una balsa en aguas claras y tranquilas, tras un descanso sin inquietudes que algunas noches padecemos. Lenta transición consciente, de agradables colores y sabores anhelados, que acarician nuestra alma con la suavidad de un beso hasta despertarnos y entrar de nuevo en el mundo. Hay un momento -también lo hay allí, ya digo- en el que la sensación más pura y renovadora, ajena al pasado y al presente de llagas, nos llena de intensidad renovadora, exaltación de la memoria ausente, y todo es amable, y las aguas dulces de aquella transición nos llenan de la paz jamás imaginada por el hombre, la única utopía que se hace real.
El primero, parece sacado de un sueño. El segundo, llega del sueño. Quizá sea cierto que la irrealidad es lo que nos aleja de la noche más oscura.
Cada día de la vida podría ser como el amanecer, o como el despertar, si no fuera por la adquisición del lenguaje, con sus normas, sus ideales, sus leyes. Sin la lengua con sus significaciones de lo que está bien o mal, de lo que es bueno o malo, los actos del ser humano serían simplemente naturales. Y no dejarían la huella de la angustia, la culpa, la tristeza. Excelente y profundo relato.
ResponderEliminarMuchas gracias, Alberto, por tus palabras. Eres muy amable. Tu reflexión es estupenda; invita a reflexionar y a sentir. Te envío un fuerte abrazo.
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