Descubren un agujero negro supermasivo que está recorriendo el espacio a 3,5 millones de kilómetros por hora


Descubren un agujero negro supermasivo que está recorriendo el espacio a 3,5 millones de kilómetros por hora 

A miles de millones de años luz de la Tierra, un agujero negro supermasivo ha sido sorprendido escapando a toda velocidad de su galaxia. En su huida, este gigante invisible no solo deja una cicatriz luminosa en el espacio, sino que desencadena un fenómeno tan inesperado como fascinante: la formación de nuevas estrellas a lo largo de su inquietante recorrido 

 

En lo profundo del cosmos, los astrónomos han detectado algo que desafía las ideas tradicionales sobre cómo se comportan las galaxias y sus gigantes invisibles. Se trata de una larga y sorprendente estela luminosa, una especie de cicatriz cósmica donde, de manera inesperada, las estrellas parecen surgir a lo largo del vacío. La imagen plantea una pregunta tan fascinante como inquietante: ¿qué fuerza colosal puede crear una firma tan extraordinaria en el Universo? 

La respuesta ha llegado gracias a una observación reciente del telescopio espacial James Webb (JWST). Los datos revelan la presencia de un agujero negro supermasivo en plena huida, con una masa equivalente a diez millones de soles y desplazándose a una velocidad vertiginosa de 3,5 millones de kilómetros por hora. Este auténtico monstruo cósmico parece haber sido expulsado de su galaxia de origen y, en su escape, va dejando tras de sí un rastro de gas comprimido donde nacen nuevas estrellas. 

La pista inicial surgió gracias al telescopio espacial Hubble, que detectó una estructura estrecha y anómala, demasiado definida para ser casual. Para desentrañar su naturaleza, los investigadores recurrieron al poder del James Webb, capaz de observar el Universo con una precisión sin precedentes. Sus instrumentos confirmaron que el agujero negro empuja enormes cantidades de gas en su parte frontal, creando una onda de choque, mientras que detrás se extiende una cola alargada de cientos de miles de años luz, un auténtico vivero estelar en movimiento. 

¿Cómo puede un objeto tan masivo salir disparado de una galaxia? Los científicos barajan dos escenarios principales. El primero ocurre durante la colisión y fusión de galaxias, cuando sus agujeros negros centrales se aproximan y terminan fusionándose. En ese proceso se liberan intensas ondas gravitacionales que, si no se emiten de forma perfectamente simétrica, pueden dar un poderoso “empujón” al agujero negro resultante, lanzándolo fuera de la galaxia. El segundo escenario implica una compleja interacción de tres agujeros negros, en la que uno de ellos acaba siendo expulsado violentamente del sistema. 

Más allá de su origen, lo verdaderamente llamativo es el impacto que este agujero negro fugitivo tiene en su entorno. A medida que avanza, su onda de choque comprime el gas intergaláctico, creando las condiciones ideales para que se formen nuevas estrellas. Así, lo que podría parecer un agente destructor se convierte, paradójicamente, en un motor de creación estelar. 

Aunque este fenómeno ocurre a unos 9.000 millones de años luz de la Tierra, en un conjunto de galaxias apodado el búho cósmico, su estudio ofrece pistas fundamentales sobre cómo evolucionan las galaxias y cómo interactúan los objetos más extremos del Universo. Los datos indican, además, que la velocidad alcanzada por este agujero negro es suficiente para escapar definitivamente de la atracción gravitatoria de su antigua galaxia. 

Los astrónomos creen que este no es un caso aislado. Con la llegada de nuevos observatorios, como el futuro telescopio espacial Roman, esperan detectar más agujeros negros errantes y reconstruir sus historias. De este modo, una predicción teórica largamente discutida comienza a transformarse en una realidad observable, ampliando nuestra comprensión de la dinámica cósmica. 

Ondas gravitacionales como empuje invisible 

Las ondas gravitacionales son ondulaciones del espacio-tiempo predichas por la teoría de la relatividad general de Einstein. Se producen cuando objetos extremadamente masivos, como agujeros negros o estrellas de neutrones, se aceleran o colisionan. Estas ondas viajan a la velocidad de la luz y deforman ligeramente el tejido del espacio a su paso. 

Su detección directa se logró por primera vez en 2015 gracias al interferómetro LIGO, capaz de medir variaciones minúsculas en la distancia causadas por estas ondas. Muchas de las señales observadas proceden de fusiones de agujeros negros, eventos que liberan cantidades colosales de energía. 

En el contexto de las fusiones galácticas, estas ondas pueden actuar como un auténtico sistema de propulsión natural, capaz de expulsar a un agujero negro del centro de su galaxia y convertirlo en un viajero solitario del cosmos. 

Cuando un agujero negro siembra estrellas 

Normalmente, las estrellas nacen en el interior de densas nubes de gas y polvo dentro de las galaxias. Bajo la acción de la gravedad, estas nubes colapsan hasta formar protoestrellas que, con el tiempo, inician la fusión nuclear. A menudo, este proceso necesita un estímulo externo que desencadene el colapso. 

Eso es precisamente lo que ocurre cuando un agujero negro supermasivo atraviesa el espacio intergaláctico. Su enorme masa genera una onda de choque frontal que comprime el gas circundante, aumentando su densidad y temperatura. En esas condiciones extremas, el gas colapsa con mayor facilidad y da lugar a nuevas estrellas. 

En el caso observado por el James Webb, la cola dejada por el agujero negro se extiende unos 200.000 años luz y contiene suficiente material como para formar estrellas cuya masa total equivale a cien millones de soles. Un fenómeno tan espectacular como poco conocido, que revela cómo incluso los objetos más temidos del Universo pueden desempeñar un papel clave en su renovación. 

 


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