Joyas de Papel. "Nieve", de Maxence Fermine: Una novela corta convertida en un bello Haiku
“El auténtico poeta posee el arte del funambulismo. Escribir significa avanzar palabra tras palabra por un hilo de belleza, por el hilo de un poema, de una obra, de una historia estampada en un papel de seda”. Estas palabras que le dirige en un momento de esta novela el maestro zen Soseki a su discípulo, el joven poeta Yuko, quien busca alcanzar la maestría como poeta de haikus, o haiyin, sirven para describir lo que es Nieve, la ópera prima del escritor francés Maxence Fermine (Albertville, 1968), editada en el país galo en 1999 y publicada en España dos años después, traducida brillantemente por Javier Albiñana Serraín.
Unas adecuadas palabras que sintetizan y resumen lo que logra Fermine de manera deslumbrante con esta historia repleta de sensibilidad y sutilidad, de sobriedad y sencillez, en la que el sueño y la realidad se mezclan para regalar a los lectores una novela corta, un poema en prosa que no llega a las 110 páginas, escrita en estado de gracia, donde resplandece la más pura belleza.
Sorprende que una obra tan redonda la escribiera un joven de tan solo 30 años, y que sea, además, su primera novela. Y puede resultar también sorprendente que lo hiciera un chico autodidacta, que abandonó la facultad de letras de París a mitad de carrera, para conocer mundo y vivir un tiempo en África, en Túnez, aunque después regresaría a Francia para establecerse en la Alta Saboya, lugar en el que reside actualmente con su familia. Pero es bien sabido, y existen muchos ejemplos, que no es obligatorio pasar por las aulas para convertirse en un gran escritor o en un espléndido artista.
Nieve cuenta una historia ambientada en Japón, a finales del siglo XIX. Yuko, un joven sensible con inquietudes artísticas, decide elegir el camino de la poesía y en convertirse en un gran hacedor de haikus, la composición poética nipona que plasma, en tres versos contemplativos, la belleza de la naturaleza en sus diferentes estaciones, aunque él solo decide escribir sobre la nieve, sobre la pureza de la nieve en el invierno. En un momento, para perfeccionar su arte y llegar a ser un maestro, viaja al sur del país para encontrarse con Soseki, un anciano pintor ciego, que será su maestro. Este viaje de iniciación, de descubrimiento, le hará crecer como persona y como poeta.
Poco después de su publicación en Francia en una pequeña editorial, tras ser rechazada en los grandes sellos por no ser considerada comercial, la Crítica especializada la encumbró y pronto le llegó el éxito de ventas. “Un relato hermoso, maravillosamente breve y muy eficaz”, “Una fábula ligera y etérea como un haiku”, “En esta mezcla de onirismo y realidad se advierte la innegable influencia de Seda, de Baricco”, escribieron sobre ella. Muy pronto también se publicó en otros países, se tradujo a 15 idiomas, incluyendo Japón, con excelente acogida. Este éxito le consagró a Maxence Fermine nada más debutar, y a partir de ahí, comenzó una carrera literaria en la que ya ha publicado en Francia 19 obras, marcadas por una clara y reconocible estilización, un fino refinamiento, rebosante de pureza, limpieza, profundidad, sencillez y sensorialidad, en la que un silencio rebosante de belleza es una parte fundamental de sus páginas. 19 obras de las que solo 4 se han publicado en España: Opio (2003), Nieve, El Apicultor (2001) y El Violín negro (2002). Y estas tres últimas conforman la llamada Trilogía de los Colores.
Pero, en mi opinión, estas otras tres, que son las que he podido leer traducidas al español, y aun siendo novelas estimables, no consiguen llegar a la altura del debut de este autor que logra con Nieve una experiencia poética inolvidable, una metáfora insuperable que se convierte en una verdadera caricia de brisa cálida, una lluvia amable de pétalos de flores de cerezo en una tarde soñada de primavera, y que escribió tras acercarse al universo del haiku.
Porque el libro es sobrecogedoramente bello y frágil, elegantemente frágil. Una apuesta por los buenos sentimientos y por una sensorialidad, incluida la visual, que consigue arrebatar a los lectores y hacerlos mejores seres humanos, con este canto de amor y respeto al arte, a la naturaleza y a la cultura nipona. Además, es un haiku refinado de menos de 110 páginas sobre la búsqueda de la inspiración creativa y de la obsesión por hallar la perfección, y acerca de la condición efímera de la vida y de lo que nos rodea.
Las grandes novelas, los grandes libros, resisten el paso del tiempo y las relecturas. No parecen envejecer, y nos hablan, desde el territorio de la eternidad, para hacernos disfrutar a los lectores sin causarnos nunca el mínimo signo de irritación, el peor defecto que puede encontrarse en una historia, como decía Norman Mailer. 26 años después de su aparición, Nieve sigue siendo la maravillosa obra maestra rebosante de concisión, poesía y humanismo, un trocito de paraíso, que deslumbró al mercado editorial, y que merece ser rescatada por los lectores de cualquier parte.
“No serás un poeta completo hasta que integres en tu escritura las nociones de pintura, de caligrafía, de música y danza”, le dice a continuación el maestro Soseki al joven Yuko. Toda una pertinente lección que podemos encontrar en este libro que crea carreras lectoras, y que ensalza el poder de la literatura y del arte como maestras de vida y su cualidad de perfectos refugios.
Artículo también publicado en el diario Hoylunes.com:
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