El Abogado (Relato breve sobre escritores)
Como lo que me dijo el último escritor que entrevisté para escribir la biografía de mi representado —un alto político que hace poco tiempo se jubiló— ya hartó mi paciencia —me informó que pensaba hacer una biografía de no más de cien palabras para innovar, para ser original— decidí no hablar con más escritores después de haber tratado con treinta, porque no encontraba a ninguno que pareciera regirle bien el cerebro.
Este último fue lo de hacerla en cien palabras, pero otros me habían dicho otras condiciones impresentables: como uno que accedía pero si le alquilábamos un yate para escribir durante tres años en alta mar, sin moverse de un punto fijo; o aquel otro que solo lo escribiría si estaba acompañado todo el tiempo con cinco prostitutas de lujo que se irían cambiando cada día para no cansarse de sus caras; o como otro —que es de los más insignes escritores de nuestro panorama literario y del que no quiero desvelar su nombre— que ponía la única condición de que mi representado quedara muy clarito en su testamento que casi todos sus bienes y su dinero se los dejaba a él...
Por estas razones, no voy a ofrecer la biografía a nadie más, y he pensado que la voy a escribir yo mismo con la ayuda de mi hija adolescente a la que se le da muy bien la literatura, y que ha ganado ya varios concursos escolares de relatos breves y poemas.
A mi representado le diré que ya he conseguido encontrar a un buen escritor competente y con talento, de amplia trayectoria, y que solo quiere una cantidad de dinero justa y aceptable: 400000 euros. Ya sé que es una barbaridad, pero sé también que él no pondrá objecciones y aceptará ya que quiere cerrar este tema de una maldita vez, y porque le sobra el dinero...
De los escritores, de esa tropa esperpéntica y repleta de excéntricos, ni me habléis. A las naciones les marcharía mejor sin estos tipos.
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