László Krasznahorkai y Béla Tarr: Ejemplo perfecto de colaboración entre un cineasta y un escritor

 

El cineasta Bela Tarr
László Krasznahorkai

László Krasznahorkai y Béla Tarr: Ejemplo perfecto de colaboración entre un cineasta y un escritor 

 

El pasado jueves 9 de octubre de 2025, la Academia Sueca, reunida en Oslo, concedió el Premio Nobel de Literatura al húngaro László Krasznahorkai (1954), “por su obra cautivadora y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”. Más allá del reconocimiento a su literatura exigente y radical, el galardón también ilumina una de las colaboraciones más singulares de la historia del cine: la que une al escritor con su compatriota el cineasta Béla Tarr (1955). Juntos transformaron el modo de concebir la narrativa y la imagen, llevando al cine la densidad literaria y filosófica del autor y construyendo un lenguaje donde la lentitud, el silencio y el tiempo son los verdaderos protagonistas. 

Adaptación de Tango Satánico 

Krasznahorkai publicó su primera novela, Sátántangó (Tango Satánico), en 1985, y aquella obra monumental captó de inmediato la atención del cineasta. Fascinado por su estructura circular, su tono apocalíptico y su visión de la descomposición moral, el director decidió adaptarla al cine. El resultado fue una película de más de siete horas, estrenada en 1994, que se convirtió en una referencia del cine contemplativo y en un hito de la colaboración entre literatura y cine. A partir de entonces, ambos trabajaron juntos en Werckmeister Harmonies, inspirada en La melancolía de la resistencia, y más tarde en El caballo de Turín (2011), una obra que muchos consideran el testamento fílmico de Tarr y el cierre de su colaboración. 

Pero la relación entre los dos no se limitó a la adaptación de textos. Fue una sinergia estética, moral y filosófica. Las frases extensas y laberínticas de Krasznahorkai, su exploración del caos, la desesperanza y la búsqueda de sentido, encontraron en el cine de Tarr una traducción visual precisa. El ritmo pausado, los largos planos secuencia, su depurada estética de sus imágenes en blanco y negro, la ausencia de artificio y la atención obsesiva al paso del tiempo convirtieron esas historias en auténticas experiencias hipnóticas. Tarr no filmaba las novelas: las respiraba, y así crea también para el espectador experiencias casi físicas. Y en esa respiración compartida, la literatura del Nobel se convirtió en materia cinematográfica sin perder su profundidad espiritual. 

Hondura filosófica  

Ambos artistas comparten una visión del mundo marcada por la decadencia y la resistencia. En sus obras, el tiempo se dilata hasta volverse una sustancia tangible; la humanidad aparece atrapada en ciclos de desolación, ruina y cansancio; la historia avanza como una espiral inacabable, sin novedad. Si en los libros de Krasznahorkai el lenguaje se pliega sobre sí mismo buscando lo inefable, en el cine de Tarr la imagen se detiene hasta que el espectador experimenta el peso vacío de la existencia. Su colaboración ha demostrado que la literatura puede expandirse más allá de la página sin perder su fuerza, y que el cine puede alcanzar una profunda hondura filosófica. 

El reconocimiento del Nobel llega así no solo a un escritor, sino a una forma de pensar el arte que trasciende los géneros. Muchas de las imágenes que dieron fama internacional a Krasznahorkai —el pueblo en ruinas de Sátántangó, los movimientos planetarios de Werckmeister Harmonies, el caballo exhausto del último filme— son inseparables del universo visual de Tarr. Su relación profesional, sostenida por décadas de afinidad estética y vital, ha dejado una huella duradera en la cultura contemporánea. 

Este galardón de 2025 confirma lo que su cine y su literatura ya habían anticipado: que el arte puede mirar el abismo sin caer en él, que del desastre puede surgir una forma de belleza, y que, como demuestran, la colaboración entre un escritor y un cineasta puede convertirse en una de las alianzas más profundas y fecundas de la creación moderna llena de estilo y rigor.  

Adéntrense todos aquellos que aún no han abierto las puertas de este universo tan particular de estos dos auténticos artistas y disfruten de una experiencia que les hará más humanos. Será inolvidable. 

 

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