El Chupete de Messi




 El Chupete de Messi 

 

 

Anoche soñé con él. No sé por qué razón, pero fue así. Soñé con el número uno, con el mejor de la historia, aunque para algunos sea otro, y es respetable. En las imágenes aparecía Messi con un chupete metido en la boca, corriendo por un Camp Nou en el que no cabía un alma y al que ovacionaban y aplaudían porque acababa de marcar un gol de los suyos, excepcional, una pura obra maestra, de otra dimensión desconocida, tras desmarcarse como una liebre con el balón pegado a su zurda divina, tras regatear a cuatro o cinco jugadores sin ningún esfuerzo, sin despeinarse, como si la cosa no fuera con él, y sin dejar de chupar como un poseído aquel chupete de franjas azulgranas que no se quitaba de la boca, que tampoco se le caía. Qué gracioso el genio de Messi, del que se reían los rivales tanto como los de su propio equipo, al correr eufórico hasta la grada para celebrarlo con los aficionados. 

Pero el Messi con el que soñé no era el de ahora, el de sus últimos días como futbolista con 38 años en Estados Unidos, en el Inter de Miami del guapo y elegante Beckham, acompañado de sus amigos, leyendas del F.C. Barcelona, como Busquets, Jordi Alba o el delantero uruguayo Luis Suárez.  

El Messi con el que soñé era el de hacía 16 años, cuando era una pulguita maravillosa y adorable, veloz como un rayo, un personaje casi sacado de una película de animación por increíble e inverosímil, que asombraba a su míster Guardiola y al resto del planeta. Cuando tenía ese aspecto de niño, de crío tímido que no decía cinco palabras seguidas en una entrevista, y que apartaba sus ojos en cuanto alguien lo miraba fijamente unos segundos. Cuando el chico era imparable y sobrenatural, un dios hecho carne en el terreno de juego, el mejor futbolista de entre los vivos, que ganó todo y marcó una época quizá irrepetible, y que siempre se recordará como una de las mejores de la historia de este deporte que es más que un deporte. 

Me gustó soñar con este muchacho, me lo pasé muy bien. Aunque no puedo ocultar que sentí cierta sensación melancólica y amarga, porque el tiempo ha pasado, el reloj nunca se detiene, y aquel genio con aspecto tan infantil de hace 16 años ya no existe, solo queda en las imágenes, en el recuerdo, en el aire que flota en los estadios, en los libros, en la eternidad. 

Quiero volver a soñar con él. Deseo disfrutar de sueños placenteros, que me dejen un dulce sabor en la boquita, y no pesadillas insoportables como a veces me ocurre, y aunque aparezca con chupete o con lo que sea; como si está subido en un tractor labrando el campo, escuchando música. Me da igual. Soñar con Messi es lo mejor que le puede pasar a cualquier futbolero, ya sea culé o de otro equipo, porque los grandes jugadores pertenecen a todos los aficionados, a los amantes de este deporte que, antes que otra cosa, valoran el buen fútbol. Maradona, Messi, Di Stéfano, Cruyff, Pelé y otros más han hecho verdadero arte en el campo de juego, han sido artistas creadores de obras inmortales, repletas de armonía y belleza. Porque el fútbol es espectáculo, pero también puede ser belleza.  

Que no se quite el chupete en la siguiente noche. El argentino es uno de los protagonistas de la mitología moderna. Una leyenda que aún corre por el césped, un césped que teme y llora por el día que se retire. Hemos sido testigos de algo que sorprenderá a nuestros nietos. Porque no jugaba con un chupete, pero se divertía como un niño con un balón, en un juego que le hacía y le hace ser feliz.  




 

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