EL LUGAR DONDE FUISTE FELIZ ("DERSU URZALA")




EL LUGAR DONDE FUISTE FELIZ (DERSU URZALA)

  



Dicen que al lugar donde fuiste feliz, no se ha de volver, y quizá sea cierto. Pero donde no se cumple esta regla -o al menos en muchas ocasiones, por suerte- es en la relectura de los libros que te marcaron y en las películas que te cambiaron la vida y te convirtieron en otra persona. Por fortuna, estas nuevas visitas vuelven a ser motivo de dicha y de placer inconmensurables. 

Si hace poco releí, por no sé qué vez ya, El Llano en llamas, de Juan Rulfo, y de nuevo el cielo se abrió ante mí, hace muy pocos días regresé a una cinta que ya me robara el sentido por dos veces -de muy niño, con seis años, y tiempo después con 22 o 23- y que en esta nueva visita, el cielo me ha vuelto a abrir sus puertas y me ha dejado caminar maravillado por sus espacios tan agradables. 

¿Cómo adentrarse de nuevo a la vulgaridad de la vida cotidiana tras ver Dersu Urzala, de Akira Kurosawa? ¿Cómo regresar a lo prosaico del discurrir de las horas? ¿Qué hacer para no querer ver sin descanso esta maravilla del séptimo arte, que rezuma belleza, amor, comprensión, verdadera amistad y respeto por la naturaleza? Dersu Urzala es una de las obras maestras de uno de los directores más humanistas de la historia del cine. 

Y es que no solo me ha vuelto a encantar esta película que cuenta la historia de un capitán ruso que, en una expedición por la taiga siberiana, conoce a un cazador nómada de esos parajes que le enseñará lo más importante de la vida, sino que la he disfrutado mucho más que hace años -si eso ya era posible-, y me he dado cuenta, definitivamente, de que es una de las películas que más me han marcado en muchos aspectos. Tanto es su valor humano, su maestría a la hora de expresar verdad y la emoción que hace sentir, que creo que Dersu Urzala es la obra cinematográfica indicada para incluir en el cofre que se enviaría al espacio para que otras civilizaciones -si es que existen- puedan aprender cómo somos y en lo que consiste nuestra esencia. 

Las grandes obras de arte nos reflejan y nos emocionan hasta lo impensable, y esta cinta lo logra en más de dos horas que se pasan como un suspiro. A veces se consigue el prodigio, ya digo; como el prodigio es también poder regresar donde fuiste feliz y que lo seas aún más, un poquito más. 


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