Morante de la Puebla: La despedida de un torero de leyenda
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Morante en su última salida a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas |
Morante de la Puebla: La despedida de un torero de leyenda
El diestro sevillano José Antonio “Morante de la Puebla” sorprendió al mundo del toreo y a los aficionados al anunciar su retirada el pasado domingo 12 de octubre en Las Ventas, tras una tarde triunfal. Con ese gesto puso fin a una carrera de casi tres décadas marcadas por la genialidad, el clasicismo y la pura emoción. Su retirada deja un vacío en la tauromaquia moderna
El diestro José Antonio Morante Camacho (Puebla del Río, Sevilla, 1979), conocido como Morante de la Puebla, eligió despedirse del oficio de una manera especial, a su forma, de la misma manera de cómo ha interpretado el toreo durante casi tres décadas. Fue en Madrid, en la Feria de Otoño, tras cortar dos orejas al cuarto toro de Garcigrande este pasado domingo, Día de la Hispanidad, y antes de salir por la Puerta Grande, cuando el torero puso punto final a su vida como torero al quitarse la coleta entre lágrimas en el centro del ruedo, ante una plaza abarrotada y atónita, que había vendido todas las entradas. Sin previo aviso, sin comunicados, sin ceremonias. Solo el gesto sincero de quien ha vivido el toreo de una manera muy personal, como una forma de puro arte, y a pesar también de quitar el protagonismo a Fernando Robleño, en su última tarde de profesión.
Este torero inolvidable, carismático, que ha marcado una época, tomó la alternativa en 1997, con tan solo 18 años, en Burgos, de manos del colombiano César Rincón y de Fernando Cepeda, y al año siguiente salió a hombros en la Maestranza, en Sevilla. Desde entonces, Morante se convirtió en un referente absoluto del clasicismo, el duende y la poesía en los ruedos. Dueño de un estilo inconfundible, capaz de convertir una verónica en un verso, siempre defendió que el toreo no es solo técnica o valor, sino inspiración, embrujo y emoción. Su capote gritaba cadencia, alma. Por eso, para muchos, es uno de los últimos grandes artistas del toreo.
Una carrera con retiradas temporales
Su carrera no fue lineal: estuvo marcada por momentos de esplendor y por varias retiradas temporales —2004, 2007 y 2017— motivadas tanto por el desencanto con el sistema taurino como por problemas de salud mental que él mismo confesó públicamente en 2004. Esa honestidad, tan poco habitual en el mundo del toro como en cualquier otro terreno, lo humanizó y lo acercó aún más ante los aficionados que, de esta manera, comprobaban que era un ser humano con sus debilidades y sus problemas.
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La última faena de Morante |
La imagen de Morante cortándose la coleta en Las Ventas es ya una imagen inolvidable para la historia del toreo. No solo simboliza el final de una etapa personal, sino el posible cierre de un modo de entender la tauromaquia basado en la emoción, la lentitud, la pureza, el misticismo, la belleza y la verdad; cada faena era un rito esencial, una experiencia transformadora e irrepetible tanto para él como para los aficionados. Su gesto fue la rúbrica de una vida artística construida a contracorriente, sin complacencias ni artificios; totalmente auténtica, y ese es otro de sus valores.
Una retirada en el mejor momento de su carrera
Premio Nacional de Tauromaquia 2021, a lo largo de sus casi treinta años de carrera firmó algunas de las faenas más recordadas de las últimas décadas, en ruedos de Sevilla, Valladolid, Bilbao, Valencia o Madrid. Su manera de interpretar el toreo lo convirtió en heredero natural de figuras como Curro Romero, Rafael de Paula, José Tomás o Juan Belmonte. No buscaba la espectacularidad, sino pintar un cuadro lleno de alma y embrujo. Su lidia no se medía en trofeos ni estadísticas, sino en instantes estéticos, repletos de espiritualidad.
Su retirada llega, paradójicamente, en uno de sus mejores momentos. La temporada 2025 ha sido brillante, con triunfos en plazas grandes y un dominio absoluto de su manera de torear. Su decisión de marcharse en todo lo alto parece responder a una necesidad íntima.
Su personalidad libre y su defensa del toro clásico lo enfrentaron más de una vez al sistema. Pero precisamente en esa independencia residía su grandeza. Era un torero que toreaba cuando sentía, que se dejaba llevar por la emoción, y que prefería el silencio a la impostura.
Su adiós reabre el debate sobre el futuro de la tauromaquia. ¿Puede sobrevivir sin figuras que la entiendan como él? En tiempos de inmediatez, Morante representaba la pausa, la lentitud, la belleza de lo imperfecto. Su estilo está marcado por la contemplación, solo comprometido consigo mismo. Por ello, se marcha algo más que un torero; se va una forma de sentir, de concebir esta profesión.
Con él se cierra una era. Pero su legado será un referente estético y moral para los aficionados y para la inspiración de las nuevas generaciones. Se ha marchado un torero de época.
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