Björn Andrésen, "El Chico más bello del mundo”, muere a los 70 años
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| El actor en una escena de Muerte en Venecia |
Björn Andrésen, "el Chico más bello del mundo”, muere a los 70 años
Nacido en Estocolmo en 1955, Björn Johan Andrésen tenía solo quince años cuando el director Luchino Visconti lo eligió para interpretar al joven Tadzio en Muerte en Venecia (1971), adaptación de la novela de Thomas Mann. Durante la presentación de la película, Visconti lo describió ante la prensa como “el chico más bello del mundo”, una frase que cambiaría su vida para siempre.
El impacto fue inmediato: su rostro angelical y su melancolía se convirtieron en un emblema estético. En Japón, Andrésen alcanzó el estatus de ídolo; su imagen aparecía en campañas publicitarias y revistas juveniles. Pero tras la admiración se escondía una experiencia amarga. En entrevistas posteriores y en el documental The Most Beautiful Boy in the World (2021), el actor confesó haberse sentido explotado y despojado de su identidad, reducido a un objeto de deseo en una industria que lo trató como símbolo más que como persona.
“Me trataron como un trofeo, no como un ser humano”, recordaba. Aquel papel que lo llevó a la cima del cine europeo también se convirtió en una sombra que lo acompañaría durante el resto de su vida.
Tragedias personales y el legado de una belleza convertida en prisión
La historia de Andrésen también estuvo marcada por el dolor. Su madre se suicidó cuando él tenía diez años, y más tarde sufrió la muerte de su hijo pequeño a causa del síndrome de muerte súbita del lactante, tragedias que lo hundieron en una profunda depresión y problemas con el alcohol. Sin embargo, nunca abandonó el arte: trabajó en más de treinta producciones entre cine y televisión y cultivó su pasión por la música, su primera vocación.
En 2019, su participación en Midsommar, de Ari Aster, sorprendió a una nueva generación de espectadores que redescubrieron en su rostro maduro los ecos del adolescente que había fascinado medio siglo atrás.
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| El actor en el año 2021 |
Más allá del mito, Björn Andrésen deja un legado que invita a reflexionar sobre los riesgos de la objetivación y la explotación en el mundo del cine, especialmente cuando se trata de menores. Su historia nos recuerda que la belleza, cuando se impone como destino, puede convertirse en una prisión.
Hoy, al despedirlo, conviene no quedarse con la imagen del “chico más bello del mundo”, sino con la del hombre que luchó por recuperar su camino y encontrar en el arte una forma de redención y libertad. Descanse en paz.


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