Fondo de Armario. "A las nueve, cada noche", de Jack Clayton
Fondo de Armario. Rescate de Películas maravillosas
Las películas protagonizadas por niños tienen un encanto especial. Provocan una carga emocional más intensa, a las que abrimos nuestros corazones sin tantas dudas ni reparos. La infancia es sinónimo de pureza y confianza, y así todo aquello que les ocurre a los niños en las pantallas nos llega de una manera muy directa. Nada nos sobrecoge tanto como las desgracias, de cualquier clase, que sufren, ya sea en la ficción como también en la vida real. Por eso, cuando vemos una inquietante película de terror, o muy cercana al terror, en que ellos son los protagonistas, nuestro desasosiego puede incrementarse hasta la angustia.
Esto es lo que sucede con A las nueve, cada noche, el cuarto filme —de los ocho que dirigió— del británico Jack Clayton (1921-1995), conocido sobre todo por su adaptación de la novela El Gran Gatsby, en 1974, basada en la novela de Scott Fitzgerald, protagonizada por Robert Redford y Mia Farrow. A las nueve cada noche, producido por la MGM, es un drama con toques de terror, o un drama terrorífico, en el que demostró de nuevo plasmar como nadie no solo las tribulaciones humanas, sino también la creación de ambientes opresivos, oscuros y claustrofóbicos en puros relatos de pavor psicológico, asunto que ya había bordado seis años antes en Suspense, la adaptación de Otra vuelta de tuerca, la inmortal novela de Henry James, con Deborah Kerr.
Sinopsis de A las nueve cada noche
La película narra la peripecia de los hermanos Hook, siete niños que viven con su madre enferma en una casa suburbana en Londres. Al quedarse huérfanos al agravarse su enfermedad, deciden no comunicárselo a nadie para no ser trasladados a un asilo para niños donde sufrirían la rigidez del sistema educativo y religioso. Así deciden enterrarla en el jardín y continuar viviendo sus vidas como si nada hubiera ocurrido. Todo marchará bien, sin grandes alteraciones, en su especial burbuja, en su personal y extraño paraíso, cobrando el cheque de la pensión de su madre gracias a la firma falsificada que uno de los niños —que además es un pintor estupendo, interpretado por Mark Lester —sabe duplicar, y hasta contactando con su difunta madre, a las nueve cada noche, en rituales espirituales, en los que una de las niñas ejerce como médium. Pero todo cambiará el día en el que aparece su padre, un errático, díscolo y problemático hombre que abandonó a su familia años atrás y que ahora regresa ya que tiene los bolsillos vacíos. ¿Qué ocurrirá con su regreso? Nada mejor que ver esta película llena de terrible humanidad para descubrirlo.
Una película sin demasiada repercusión en su momento
Basada en la novela de Julian Gloag, con estupendo guion escrito por Jeremy Brooks y Haya Harareet, hay que destacar también el trabajo de todos los actores. No solo de Dick Bogarde encarnando al padre, en uno de sus mejores papeles, sino también el de todos los niños que, con naturalidad y talento, en esa casa victoriana en la que casi trascurre toda la acción de la cinta, reflejan cada uno, con su personalidad bien definida, el estupor y la vulnerabilidad de vivir una situación tan tensa y controvertida, que parece sacada de un mal sueño. Además, algunos de los niños tuvieron después una exitosa carrera como actores de cine y televisión, como es el caso de Margaret Leclere, Pamela Franklin, Phoebe Nicholls o Mark Lester, quien protagonizó el drama musical Oliver!, un año después, en el que Carol Reed adaptó la novela Oliver Twist, de Charles Dickens.
Sin lograr éxito de taquilla en su estreno, esta cinta británica pasó desapercibida, quizá por lo sorprendente de una trama demasiado atrevida para la época, pero que, con el paso de los años, se le ha ido reconociendo su valor artístico como también su valiosa crítica directa a la irrespirable y represiva moral victoriana y a la rigidez religiosa de aquellos años.
No saldrá indiferente el espectador después de ver este duro, triste y descorazonador cuento de terror, de esta inesperada y conmovedora historia de iniciación, que posee una bella y desconsoladora banda sonora de George Delerue, y que trata sobre la infancia, la pérdida, la orfandad, el desamparo, la incomprensión, el papel decisivo de los padres y sobre soledad. Los niños de esta historia se convierten en adultos antes de tiempo, y eso siempre es causa de lástima. Un niño decepcionado y desconsolado es un auténtico fracaso de las sociedades.
Anímense a acercarse todos aquellos que aún no lo hayan hecho a esta maravillosa experiencia que contrapone la luz brillante que anida en los frágiles corazones de los niños con la oscuridad que reina en el mundo. Un filme sobrecogedor, intenso. De inocencias traicionadas. Una gran película que merece ser rescatada del fondo del armario, y que muestra, incluso, que Jack Clayton no es solo el director de El Gran Gatsby, sino de muchas otras cosas destacables.
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El cineasta Jack Clayton |
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