Crítica de "El Cautivo", de Alejandro Amenábar: Una mirada personal sobre Cervantes que no convence



Crítica de “El Cautivo”, de Alejandro Amenábar: Una personal mirada sobre Cervantes que no convence 

 

Amenábar recrea de manera peculiar los años de cautiverio del escritor en la cosmopolita Argel 

 

Siempre es una gran noticia que se lleve a la pantalla o al escenario del teatro la obra de Miguel de Cervantes, el escritor español más importante y universal, o incluso que se recree su peripecia vital tan interesante como símbolo de luchador lleno de humanidad, de superviviente, como pieza clave para entender nuestra historia y nuestra literatura. Siempre es bueno que se hable de él, que vuelva a ser actualidad, para que se conozca un poco más su biografía y su extensa y rica trayectoria literaria. 

Y esto es lo que consigue, al menos, la nueva película del oscarizado Alejandro Amenábar (Chile, 1972), con esta curiosa y generadora de polémica recreación ficcionada en torno a uno de los momentos cruciales de la vida de Cervantes: el cautiverio en Argel que sufrió durante cinco años junto a su hermano Rodrigo, a partir de 1575, cuando, como soldado español a bordo de un barco que había zarpado desde Nápoles, es capturado delante de las costas catalanas por corsarios árabes, y del que solo podría salir, y también de una muerte segura, si su familia pagaba el rescate. 

 

Julio Peña, como Cervantes


No se conoce demasiado históricamente sobre esta etapa de la vida del escritor. Hay bastante misterio sobre esos años. Pero también por ello, es un período lleno de interés como para hacer una estupenda película de acción, intriga y aventuras con los datos que se conocen, como los siete intentos fracasados de fuga que llevó a cabo Cervantes.  

En cambio, Amenábar ha realizado otra cosa. Un experimento personal, arriesgado y valiente –eso sí– que ficciona con libertad –toda una libre visión dramática– sobre la estancia del escritor en aquel cautiverio, y que se centra en la persona de Cervantes más que en los hechos históricos conocidos. Porque el espectador no espere encontrarse en este filme un biopic al uso, un relato clásico acerca de su vida, sino un relato en el que se juega con las posibles relaciones homosexuales de Cervantes en un contexto de riqueza y libertad sexual como era el que había en Argel en aquellos momentos; y además en el que la crítica anticlerical sobrevuela por casi todo el metraje. 

Así, Amenábar, en su octavo largometraje, y tras seis años del estreno de su anterior cinta Mientras dure la guerra (2019), ha escrito y realizado con este material una película a la medida de sí mismo, tratando los temas que le importan ya citados, encarnados en la respetada figura de Cervantes, un asunto que muchos espectadores no entenderán ni compartirán. Pero ¿es lícito, o conveniente, dramatizar libremente sobre una figura histórica? Sí que lo es. Pero el resultado también tendría que ser una buena película, que atrape al espectador con una trama interesante, que entretenga y emocione, y hasta que haga reflexionar.  

 

Amenábar decepciona con El Cautivo  

 

Desde 2005, con Mar Adentro, que ganó el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa, el Globo de Oro, el Premio Especial del Jurado en Venecia y nada menos que 14 Goyas, el cine de Amenábar ha ido perdiendo la frescura y brillantez que también se encontraban en su ópera prima Tesis (1995) o en Los Otros (2001). Sus películas –incluyendo la serie televisiva La Fortuna (2021)– no han estado a la altura de lo que se espera de un cineasta de tanto talento y oficio. Y El Cautivo es una muestra más de su falta de inspiración y de su evolución hacia el ombliguismo. 

Rodada en la Comunidad Valenciana, sobre todo en el Palacio de Los Condes de Cerveñón, donde se desarrolla casi toda la trama, logra una película demasiado pobre en todos los aspectos: con un guion plano y sin interés, unas interpretaciones insulsas (a Julio Peña no se le recordará por este papel protagonista como Cervantes) y escenas que se podrían calificar no ya como innecesarias sino como ridículas, El Cautivo resulta un telefilme, pero de los malos, tan vacío como insignificante, del que se espera que acaben sus largos 133 minutos lo más rápido posible para irse de la sala a tomar un café o lo que apetezca.   

Estrenada mundialmente en el pasado Festival de Toronto, y llegada a los cines españoles el pasado viernes 12 de septiembre, una de las buenas cosas de esta coproducción española-italiana es que, para quitarnos el mal sabor de boca, nos hace correr a la biblioteca para leer una buena biografía sobre Cervantes o para leer sus libros, y hasta correr al sillón para ver, o para volver a ver, la serie Cervantes, producida por TVE y dirigida por Alfonso Ungría en 1981, que narra con talento y de manera muy entretenida su peripecia vital, aunque también en su estreno levantó cierta polémica entre los expertos en la vida del genial autor. O incluso para que veamos alguna de las adaptaciones del Quijote, como la que dirigió Rafael Gil en 1947, o la de Manuel Gutiérrez Aragón en formato de serie, también para TVE. 

Pero ¿y no existe en la película algo más que se pueda destacar, por poco que sea?, se preguntará algún lector. Pues sí que lo hay. Y es el homenaje implícito a la literatura, al arte de contar historias, que tanto nos ha ayudado y nos ayuda a convertirnos en seres más sensibles y a sobrellevar nuestras vidas. 




Crítica también publicada en el diario Hoylunes.com:

 

 

  

 

 

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