Adiós a Claudia Cardinale, icono del cine europeo y un referente del feminismo

  


Adiós a Claudia Cardinale, icono del cine europeo y un referente del feminismo


La actriz franco-italiana fue embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO en defensa de los derechos de la mujer en el mundo árabe      

 

El Gatopardo, La Chica con la maleta, Fellini, ocho y medio, El Bello Antonio, Rocco y sus Hermanos o Los Profesionales son algunas de las inolvidables películas que protagonizó la actriz Claudia Cardinale (Túnez, 1938-Francia, 2025), mito indiscutible del cine europeo, que ha fallecido hoy, 23 de septiembre, a los 87 años en su casa de Nemours, cerca de París. Ella era una de las últimas supervivientes de la época dorada del cine italiano, entre los años 40 y 70, en la que Italia fue el corazón del cine del viejo continente, que regalaba a los espectadores historias humanas repletas de talento y grandes interpretaciones. 

Nacida en Túnez en 1938, hija de inmigrantes sicilianos que emigraron en busca de fortuna, y ejemplo maravilloso de cruce de culturas, entró en el mundo de la magia del cine tras ganar un concurso de belleza en Túnez, en 1957, que buscaba a la joven más guapa italiana residente en el país africano. El premio era una estancia en el Festival de cine de Venecia, y allí los productores le ofrecieron ofertas para trabajar en la pantalla que desestimó, ya que su vocación era la docencia. Pero no tardó en aceptar, y muy pronto reveló ser algo más que una cara bonita y un cuerpo sensual propio de una diosa: poseía el don de comunicar en la pantalla con una sencillez deslumbrante, una mirada profunda y un dominio del silencio que creaba mares de emoción, que lograban retratos fieramente vulnerables y humanos. 




Suceso traumático 

De larga y fructífera trayectoria con 130 películas, trabajó con los más grandes directores europeos como Visconti, Fellini, Luigi Comencini, Claude Lelouch, Marco Ferreri, Marco Bellochio, Fernando Trueba, Sergio Leone, Valerio Zurlini, Herzog, Franco Rossi; como también con cineastas norteamericanos como Richard Brooks o Henry Hathaway, en su experiencia en Hollywood, la meca del cine a la que llegó de la mano de su amigo Alfred Hitchcock, pero donde no se dejó atrapar(“En Estados Unidos siempre querían encasillarme”, aseguró) porque tenía la certeza de que su sitio estaba en el cine más personal y artístico, más apegado a la realidad, que se hacía en el viejo continente, en un acto de independencia y libertad, dirigiendo su carrera y su vida con valores sólidos.  

Independencia y lucha como las que mostró al inicio de su carrera, cuando su voz tan característica, grave y ronca, era doblada por no ajustarse a los valores femeninos de la época, y que consiguió que los productores dejaran de hacerlo. 

O como en su faceta comprometida, de la que se mostraba muy orgullosa, con la defensa de los derechos de la mujer en el mundo árabe, y por la que se convirtió en embajadora de buena voluntad de la UNESCO. Y es que ella misma sufrió el maltrato y la violencia machista en sus propias carnes cuando, a los 17 años, fue violada en Túnez por un hombre desconocido mucho mayor que ella, y como consecuencia quedó embarazada, negándose a abortar, un hijo de nombre Patrick que tuvo que ocultar por órdenes de la industria cinematográfica, al que mostraba en público como su hermano pequeño. Un secreto que solo desveló públicamente cuarenta años después.  


La actriz con su hijo Patrick


Respetada y querida por sus compañeros de rodaje 

Y cómo no citar también algunos de los actores con los que compartió rodaje: Marcello Mastroianni, Mónica Vitti, Alain Delon, Burt Lancaster, Robert Ryan, Alberto Sordi, Nino Manfredi, Michel Piccoli, Tony Curtis o Lino Ventura, compañeros con los que escribió renglones memorables del arte fundamental del siglo XX, y quienes coincidían en su calidez, cercanía, modestia, generosidad y profesionalidad, lejana al divismo, abierta siempre a aprender y a perfeccionar su oficio. Una mujer, incluso, a la que no le gustaba demasiado la vida social y era muy reservada de su intimidad, sin convertirse, de esta manera, en protagonista de escándalos ni de noticias de las revistas. Por ello, era respetada y querida por sus directores, compañeros actores y técnicos. 

Se marcha un referente de un tiempo, un ejemplo de feminismo y de clase interpretativa para las actrices actuales y venideras, que sabía mezclar, como ninguna otra, ternura y carácter, profundidad y aventura, belleza y espíritu, dramatismo y comedia. Lograba autenticidad, verdad, vida, con las que conseguía que el espectador se emocionara y reflexionara; disfrutar en las salas de una conmovedora experiencia. 

Una actriz y una personalidad esenciales del cine y de la cultura europea. Residente ya en el territorio de lo eterno, supo transcender al encasillamiento como mito sexual y hasta envejecer con clase y discreción. Su mirada tan profunda, llena de fuerza, fragilidad y dramatismo, seguirá deslumbrando en las pantallas. Supo hacer de su vida y de su oficio lugares acordes a su conciencia y a su elegante y perfecta belleza.   




 

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