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Mostrando las entradas etiquetadas como Poema

Jorge Alonso Curiel participa en la Antología Poética "25 Poetas Hispano-Americanos -Poesía Selecta 2022-"

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Alegría sentí cuando la estupenda escritora española Maribel Félix Medina me propuso hace unos meses participar en esta antología poética, en la que iba a estar con 24 poetas españoles e hispanoamericanos; y otra gran alegría he sentido al tenerla ya entre mis manos una vez que ha aparecido en las librerías para todos los lectores. Cinco poemas de mi autoría -tres inéditos y dos de mis poemarios publicados- están en este estupendo libro que recoge versos de poetas españoles y de nuestra querida América más que interesantes. Un libro lleno de emoción y vida. Me alegra mucho estar en él.

"La Llegada". Poema de Jorge Alonso Curiel sobre la ansiada primavera

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   Hay ganas de primavera. Hay ansias de renacer. Por eso, un poema sobre ello. La Llegada  Por  Jorge Alonso Curiel   No duda el hombre herido al avanzar por la naturaleza renovada, por la primavera maestra de júbilo,  en el olvido de las sombras que se convirtieron en pasajeros de vagones que no conciben extraviarse,  en el resurgir de la vida en los campos, en el mundo. El hombre herido deja tras de sí ya solo huellas en las que florecen los frutos amables y coloridos de la esperada estación del aire claro, de los días en los que el refugio se encuentra en cualquier esquina,  y todo es ilusión, y el pasado no existe. No existen, no, ni las llagas ni el resquebrajamiento final de las almas rotas, ni la aparición que nublan los ojos de las tormentas tan oscuras como noches en las que cualquier atisbo de esperanza es un sueño incumplido. El regreso de la vida al mundo es la oportunidad para los extranjeros eternos de la existencia, para los luchadores que han perdido el destino y no co

"Tesoro". Poema de la luz primigenia de enero: Recuerdos de un convaleciente.

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  Tesoro Por  Jorge Alonso Curiel   Aquella tarde se convirtió en un tesoro. Hay momentos que no se convierten en víctimas, tablas de salvación en el mar embravecido, del océano de desdichas y desganas de nuestros corazones. Cada uno tiene las suyas, brillantes sendas que  nos acarician por las que huir cuando nos sorprende el perro rabioso de la desolación. Tesoros a los que regresamos cada noche en la calma del hogar, en el rincón más sosegado, para embriagarnos con el brillo que nos reconcilia  con la existencia,  a los que volvemos cuando la mano del desencanto crea nuestra sombra. Vuelve aquella luz radiante de finales de enero en la ciudad, de aquella tarde de abrigo y bufanda.  Las personas pasean despacio y se detienen, ojos cerrados, sonrisas en sus bocas que olvidan las quejas del invierno, y reciben aquella luz que parece brillar desde lo más profundo del olvido. Yo, cercano ser a la adolescencia, doce años de lentos descubrimientos, salía a la calle por primera vez tras uno