“Una Quinta portuguesa”: Una Historia de inmigración de sutiles y profundos silencios



Una Quinta portuguesa: Una Historia de inmigración de sutiles y profundos silencios 

 

Rescato esta cinta española estrenada este año, en la que la directora, Avelina Prat, apuesta por la solidaridad en esta huida de un profesor español que intenta encontrarse a sí mismo en el país portugués 

 

Quedan menos de tres meses para que se acabe este 2025, y a espera de los estrenos que irán aterrizando en las carteleras hasta finales de diciembre, se puede asegurar ya que es un buen año de cine español. 

Variedad de temas, de miradas y estilos han llegado durante estos meses, y confirman el gran momento y la riqueza de nuestro cine que brilla gracias al talento y la pasión de cineastas, guionistas, actores y técnicos.  

Todo ello se comprueba en películas, entre otras, como La Buena Suerte, de Gracia Querejeta; Romería, de Carla Simón; Mi amiga Eva, de Cesc Gay; Tardes de Soledad, de Albert Serra; Sirat, de Oliver Laxe (la elegida por la Academia para representar a España en los Oscar); Las Delicias de Jardín, de Fernando Colomo; La Furia, de Gemma Blasco; Madrid, Ext., el documental de Juan Cavestany; El Cielo de los animales, de Santi Amodeo, o en las óperas primas Sorda, de Eva Libertad, o en Muy Lejos, de Gerard Oms. Cintas a las que se unirán, en estas próximas semanas, los últimos trabajos de Juanma Bajo Ulloa, Alberto Rodríguez, Agustín Díaz Yanes, Rodrigo Sorogoyen, David Trueba o Alauda Ruiz de Azúa, que, con su tercer largometraje, Los Domingos, ha ganado la Concha de Oro como Mejor Película en la 73 edición del Festival de San Sebastián y que se coloca, de esta manera, en buena posición para la temporada de premios.  

Una Quinta Portuguesa: Éxito de taquilla 

Pero hoy quiero destacar uno de los estrenos de este año, una película deliciosa que no ha logrado la atención mediática de otras producciones y que, quizá, no llegue a estar nominada en las categorías importantes de los grandes premios, aunque para los espectadores no ha pasado desapercibida y han sido más de 117000 espectadores los que se han pasado hasta ahora por las salas para disfrutar de este relato que trata sobre la búsqueda de nuestro lugar en el mundo. Me refiero a Una Quinta portuguesa, la segunda cinta dirigida por la valenciana Avelina Prat (1972). 




El viaje como búsqueda de la felicidad 

De coproducción española-portuguesa, se estrenó mundialmente en marzo en el Festival de Málaga, y llegó a las salas de casi todo el país el viernes 9 de mayo. Con un brillante guion original escrito por la propia cineasta, la película es un destacable ejercicio de elegancia y sutilidad, en la que la directora reflexiona de nuevo sobre uno de los temas que le interesan y le preocupan: la inmigración, el viaje exterior e interior en busca de nuestro lugar en el mundo.  

Así lo comprobó ya el espectador en su ópera prima Vasil, estrenada hace tres años, con la que debutó tras 30 años trabajando como script y después de realizar varios cortometrajes. En ella narraba la historia de un inmigrante búlgaro (Ivan Barnev), un educado y experto jugador de ajedrez, que vive en las calles de Valencia por no tener recursos, y que conocerá a un arisco arquitecto jubilado, interpretado por Karra Elejalde, con el que entablará una controvertida y entrañable relación que enriquecerá a ambos. Los dos actores compartieron en Seminci (Semana Internacional de Cine de Autor de Valladolid) el premio a mejor actor. 

En esta ocasión, en Una Quinta portuguesa, Fernando, el protagonista, un amable y noble profesor de geografía que trabaja en la universidad de Barcelona, encarnado de manera convincente por Manolo Solo, tras la misteriosa desaparición de su mujer de origen serbio (Branka Katic), huye desolado a Portugal buscando un nuevo lugar para empezar desde cero, para construir una nueva vida. Allí, encontrará trabajo como jardinero en una quinta (una amplia casa rural), suplantando la identidad de un hombre que se encontró en su huida, y comenzará una bonita y respetuosa relación con la dueña, interpretada por María de Medeiros. 




Apuesta por la solidaridad y el entendimiento 

Rodada en tres semanas durante febrero y marzo en el norte de Portugal, en la Quinta de Aldeia, la directora logra un doloroso como bello y depurado drama, repleto de sutilidad y contención, en el que el silencio es uno de los protagonistas, un silencio que resuena profundo pero que no cae en lo trágico. Y, además, y como ya ocurría en su debut Vasil, Prat apuesta por tejer un tapiz en el que los buenos sentimientos y la solidaridad sean también protagonistas en esta película acerca de la identidad, la identidad adoptada, inmigración, soledad, rupturas amorosas, la desprotección y el viaje como búsqueda de un refugio y de nuestro hogar en el mundo. 

Este profesor sorprendido, superado por las circunstancias, realiza tanto un viaje interior como exterior, como un Ulises cotidiano, en pos de su reinvención como persona, en tránsito para encontrar el sosiego. En este aspecto, recuerda al personaje de Muy Lejos, otra de las cintas de este año, interpretado por Mario Casas, un joven inmigrante español en Países Bajos.  

Con su segunda obra, Prat da un paso firme hacia la madurez en su trayectoria, logrando un relato contenido, inquietante pero también amable, que apuesta por la necesidad del entendimiento y la comprensión entre los seres humanos. Una película llena de humanidad que emociona con la sobriedad de su poesía y que hace reflexionar sobre nuestra condición y sobre nuestro futuro. Un gran trabajo que deja poso en la memoria.  


La cineasta Avelina Prat

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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