Asesinos. Sobre los causantes de los incendios que asolan España este verano




Asesinos  


“Esto no pasa en invierno, ¿a que no?”, me pregunta mi pareja, mientras miramos al atardecer el paseo marítimo de Cullera, acodados en la ventana del apartamento, en una primera planta, que hemos alquilado estos días. “¿A que el verano es un regalo?”, vuelve a preguntarme. “Claro que sí”, respondo con una sonrisa. 

El paseo, a esas horas, se convierte en un desfile continuo de personas que caminan tranquilas y relajadas, tras pasar la tarde en la playa o en las piscinas, en busca de una mesa para cenar en uno de los muchos restaurantes, o solo por el placer de pasear en un ambiente tan sosegado, tan calmado.  

El espectáculo es maravilloso. Una joven madre y su hijita caminan despacio, disfrutando de un helado. Una anciana y su hija, que cumple más de 40, pasan por debajo de nuestra ventana y se sientan en uno de los bancos que les permite mirar el mar. Un padre lleva a su hijo pequeño sobre sus hombros, mientras le agarra las manos, y la madre, al lado, explota en una carcajada por algo que ha dicho su marido y que no hemos llegado a entender. Dos jóvenes y bellas amigas, sentadas en el pequeño muro que separa el paseo de la playa, charlan animadamente enfrente de nosotros; de vez en cuando nos miran y sonríen. En la terraza de un restaurante, una familia comienza a disfrutar de una enorme paella. Tres adolescentes, vestidos con camisetas blancas y pantalones cortos oscuros –parecen que se han puesto de acuerdo– caminan abrazados, manos en los hombros, en busca quizá de otros amigos. Sentados en una plegable en el paseo, el caricaturista dibuja, en un lienzo situado bajo una farola e iluminado también por una linterna, a un chiquillo algo nervioso bajo la atenta mirada de sus padres que no dejan de sonreír. Una pareja madura, seguramente ya jubilados, pasan deprisa, parecen perdidos, una y otra vez bajo nuestra ventana, de un lado a otro, buscando algún local o la puerta de entrada de un edificio. En la arena de la playa, a lo lejos, ya casi de noche, una reunión de ocho personas, de distintas edades, sentadas en círculo, charlan acompañadas del sonido de las olas. Por la orilla, comprobamos también que hay quienes pasean, con los zapatos en las manos, mientras el agua les acaricia los pies... 

El paseo marítimo, estos días, es todo un espectáculo humano para quienes les guste mirar, observar. Y ya no digo nada para los escritores, para quienes una de nuestras obligaciones tan placenteras es mirar por la ventana.     

“Es verdad; esto no pasa en invierno –le digo a mi pareja–. Las estaciones cambian la forma de vivir y de actuar. Con el frío y los días de menos sol, el mar se queda solo y triste, y lo que provoca son otros asuntos”. “Sí me responde–, pero no es tan alegre como ahora...”. 

Al acabar de pronunciar esto, nos damos cuenta de que la televisión continuaba encendida al final de la habitación, porque llegan hasta nosotros las alarmantes palabras de la presentadora del telediario con un asunto tampoco demasiado alegre. “Detenido un trabajador de extinción de incendios por provocar, por “intereses laborales”, el que arrasó en Ávila 2200 hectáreas”. “Detenida una mujer de 63 años y dos hombres que provocaron varios incendios en A Coruña”. “Detenido un hombre por provocar intencionadamente seis incendios en Málaga”. “Fuegos provocados en León, Zamora, Ourense...”. 

España arde este agosto, con ya 157000 hectáreas arrasadas, en el que es uno de los peores años de incendios en los últimos veinte años. Varios fallecidos, localidades desalojadas... ¿Qué lleva a alguien a provocar un incendio? ¿Qué convierte a una persona en un terrorista de la naturaleza 

¿Por qué lo hacen?”, ella me pregunta. No sé qué contestar. 

Tras un par de minutos, le digo que solo un asesino puede quemar el milagro y el regalo que son nuestros bosques. Y como siempre, pasa desapercibido en la vida cotidiana, sin mostrarlo, sin gritarlo, conviviendo con los demás sin que nadie se dé cuenta... hasta que son descubiertos. Y quizá, ¿quién sabe?, acaba de pasar uno de ellos por delante de nuestra ventana, tan tranquilo, sin cargo de conciencia por lo que ha hecho o hará, en esta perfecta noche de verano, por este paseo en el que reina la armonía, tan alejado de malas intenciones. 

Con el sonido aún de fondo de la televisión, ahora miramos con algo de inquietud, de otra manera, el espectáculo de este paseo al lado del mar. 

 

 

 

  

Comentarios

  1. Hoy leo que en uno de los focos de Extremadura estuvo provocado por alguien con intereses cinegéticos. Hay desalmados para todos los peores gustos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es increíble. ¿Cómo puede hacerse esto por ese interés? Pero del género humano ya nada nos sorprende.

      Eliminar

Publicar un comentario

Siempre son bienvenidos y apreciados los comentarios que puedas dejar. Muchas gracias.

Artículos más populares

Tramo Señalizado. Entrevista a Rosa Palo: Una Columnista entrañable

Bases IV Certamen Internacional de Microrrelato 'Jorge Alonso Curiel' 2025

Microrrelatos ganadores del II Certamen Internacional de Microrrelato 'Jorge Alonso Curiel' 2023

Microrrelatos ganadores del I Certamen Internacional de Microrrelato 'Jorge Alonso Curiel' 2022

El cine Vistarama y la vida de repuesto

Crítica de "La Reina del Porno": La apasionante vida de Chelly Wilson