Pier Paolo Pasolini: 50 años de su misteriosa muerte
Cincuenta años sin Pier Paolo Pasolini
Cincuenta años después de la misteriosa muerte de Pier Paolo Pasolini (Santo Stefano, Italia, 1922), cuyo cadáver, en condiciones extremas, se encontró el 2 de noviembre de 1975 en un descampado cercano a la playa de Ostia, a tan solo 30 kilómetros de Roma, el mundo vuelve a mirar al intelectual más incómodo, libre y polémico, y que a nadie dejaba indiferente, de la reciente historia italiana. El aniversario llega acompañado de retrospectivas cinematográficas, reediciones críticas y debates públicos que parecen reabrir viejas preguntas sobre su obra, su pensamiento y las circunstancias violentas y aún no aclaradas de su final.
Pasolini —poeta, pintor, novelista, guionista, director de cine y columnista polémico— dejó una extensa producción como ejemplo de hombre del Renacimiento, y que en la literatura como en la pantalla plasma desde relatos sobre los suburbios romanos hasta ensayos visionarios sobre el avance del consumismo. Pero también dejó un vacío político y cultural: el de un intelectual que prefirió la crítica frontal, incluso contra sus propios aliados comunistas.
Sus primeras novelas, Ragazzi di vita y Una vita violenta, escandalizaron en la Italia del milagro económico por su representación cruda de los jóvenes de los arrabales romanos. En el cine, construyó como director, tras colaborar como guionista en más de una decena de producciones, una filmografía marcada por un reconocible estilo, que va del neorrealismo brutal de Accattone, su ópera prima estrenada en 1961, pasando por el ataque a la moral cristiana y al cristianismo en Teorema, de 1968, y hasta el despliegue sorprendente, sacrílego y extremo de Salò o los 120 días de Sodoma, estrenada en 1975, unas semanas después de su trágico fallecimiento.
Mirada crítica y provocadora
La figura pública de Pasolini fue tan influyente como su obra artística. Sus artículos en periódicos y revistas discutían la transformación acelerada de la sociedad italiana con una mezcla de alarma y lucidez: denunciaba la pérdida de las culturas populares, la estandarización lingüística impuesta por la televisión y la “mutación antropológica” provocada por el consumo masivo. Su discurso, incómodo para todas las fuerzas políticas, lo situó en un lugar poco habitual: el de un intelectual que no buscaba adhesiones, sino cuestionar.
Su análisis sobre los medios de comunicación —a los que veía como el nuevo centro del poder— resuena con especial fuerza en la Italia actual, marcada por debates sobre desinformación, polarización y concentración mediática. Muchos de sus textos, escritos hace más de medio siglo, circulan hoy en redes sociales como si fueran diagnósticos recientes.
En este aniversario, distintas ciudades italianas organizan homenajes, pero el recuerdo de Pasolini no se limita al ámbito cultural. Su asesinato continúa siendo una herida abierta, con investigaciones y teorías que reaparecen periódicamente. Para muchos, no solo fue víctima de un crimen, sino de las tensiones sociales y políticas que él mismo denunció sin descanso.
A medio siglo de su muerte, Pasolini sigue siendo un autor clave en la discusión pública porque no ofrece respuestas tranquilizadoras. Su obra obliga a mirar de frente lo que la sociedad preferiría pasar por alto: la desigualdad persistente, el poder transformador —y a veces devastador— de los medios y la fragilidad de las identidades colectivas en un mundo cada vez más uniforme. Recordarlo hoy no es un gesto ceremonioso, es un ejercicio de resistencia intelectual, y también una oportunidad para descubrir, o redescubrir, la obra literaria y cinematográfica de una de las figuras esenciales de la cultura europea de la segunda mitad del siglo pasado.



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