Generación Alcàsser
Generación Alcàsser
Este próximo noviembre de 2025 se cumplirán 33 años de uno de los más terribles sucesos de la historia negra española
Dicen que pertenezco a la llamada Generación X, pero realmente formo parte de otra generación. Dicen que los X hemos nacido entre 1965 y 1981, y nos caracteriza que los padres nos han prestado poca atención, que lo hemos tenido muy difícil para conseguir un trabajo, y que además somos holgazanes, cínicos y desapegados, sin contar también que hemos vivido entre el mundo analógico y el mundo digital.
Pero verdaderamente los nacidos entre esos años estamos marcados por un suceso que ocurrió en España a finales de 1992 y principios del 93; un suceso, incluso, que aún sobrevuela sobre todos nosotros y que parece no acabar. Por eso somos la Generación Alcàsser.
En la tarde del viernes 13 de noviembre de 1992, en la calle principal de Picassent, un pueblo valenciano muy cercano al de Alcàsser, dos jóvenes delincuentes de amplio historial —uno de ellos, Antonio Anglés, en busca y captura por no volver a prisión de un permiso penitenciario en el mes de marzo, por el secuestro y tortura de una toxicómana (Nuria Pera)—, que iban en un Opel Corsa blanco de dos puertas, montan —o quizá secuestran— a tres chicas adolescentes de Alcàsser que, supuestamente, hacían autostop —dos de 14 años y una de 15— para llegar a la discoteca Coolor, a las afueras de Picassent, a una fiesta del instituto. A partir de ahí, desaparecen, y sus cadáveres serán encontrados 75 días más tarde por dos apicultores en la partida de La Romana, un paraje alejado, cercano a la presa de Tous, en una fosa de menos de un metro de profundidad, y de la que sobresalía uno de los brazos descarnados de una de las chicas.
Durante esos 75 días, el foco informativo de los medios de comunicación se centró en esta desaparición que es el suceso más importante y terrible de la historia negra y criminal de este país. Durante 75 días eternos, todos los ciudadanos vivimos con el corazón en la garganta, con el susto en el cuerpo, aquella desaparición de Toñi, Miriam y Desirée que no parecía voluntaria. Varios programas de televisión y radio emitieron espacios especiales; cientos de personas de toda la geografía española llamaban diciendo que habían visto a las tres chicas en su ciudad o en su pueblo; uno de los padres, el de Miriam, Fernando García, movió cielo y tierra para saber dónde estaban...
Pero las tres niñas no se encontraban en ningún otro lugar, desde unas horas después de su desaparición ese 13 de noviembre, que, enterradas en La Romana, bajo tierra calcárea y unas ramas secas y cortadas que colocaron encima.
Lo que nos conmocionó fue saber el resultado de las autopsias. Las tres niñas habían sido salvajemente golpeadas, torturadas, violadas y asesinadas, finalmente, con un disparo en la cabeza.
Poco después del descubrimiento de la fosa, detuvieron a Miguel Ricart en la casa de los Anglés, que declaró en sus primeras confesiones haber sido el autor junto a Antonio. Pero este inicia una huida, y hasta el día de hoy, no ha podido ser capturado, y se le sigue buscando en cualquier parte del planeta.
No sabíamos que podía haber en el mundo personas tan salvajes, capaces de cometer algo como aquello. Todos quedamos conmocionados. Ya no fuimos los mismos. Nuestra inocencia y nuestra confianza en el prójimo se esfumaron, después de la alegría y del derroche de los Juegos Olímpicos de Barcelona y de la Expo de Sevilla. Conocíamos que el infierno también residía entre nosotros. Un golpe tremendo, inolvidable. A partir de aquello, la televisión también cambió y entró de lleno en la telebasura, buscando la mayor audiencia a golpe de sucesos y de muerte. Nuestro mundo cambió y se volvió trágico.
Yo tenía 17 años y viví aquel caso en shock. Pero también por todo lo que sucedió tras la aparición de los cadáveres: un país dividido entre la teoría oficial y la teoría alternativa o conspirativa, que afirmaba que Miguel Ricart ni Antonio Anglés fueron los culpables, sino una trama de asesinos pederastas con personas poderosas, de alto poder adquisitivo, y que aún no ha sido descubierta. Las dudas continúan hoy día, y lo más probable es que nunca se esclarecerán para muchos de los ciudadanos españoles que prefieren no fijarse en los datos objetivos ni en las pruebas, y a quienes les gusta seguir creyendo en conspiraciones. Alcàsser es un espejo de cómo somos.
Por todo esto, es el caso que marcó nuestras vidas, para todos aquellos nacidos entre 1965 y 1981, y no ha dejado de serlo. Somos la Generación Alcàsser, una herida que no deja de sangrar, que cumplirá 33 años este próximo noviembre, y que no solo a nosotros nos volvió tristes y desconfiados, sino también a todo un país que no ha vuelto a ser el mismo.
En efecto, el tema sigue inmerso en el misterio. Salvo las familias respectivas ya nos habíamos olvidado de aquella barbaridad. Uno también se pregunta si no podrá desvelarse alguna vez. Saludos.
ResponderEliminarSí, ojalá sepamos todo algún día. Gracias por tu comentario. Un saludo.
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